Editorial de Radio Pichincha
Por si acaso se le olvidó a alguien, Donald Trump es el primer presidente estadounidense que se hace cargo del gobierno en calidad de “delincuente inculpado”, según las normas de ese país. Obviamente, al ganar las elecciones todas las inculpaciones se pausan y seguramente cuando deje el poder volverán a su curso regular.
Y su llegada a la Casa Blanca además cierra muchas expectativas alrededor de llegar ese país de Norte América para trabajar ilegalmente, en calidad de explotados y -en algunos casos- de esclavos. Al menos eso es lo que ya indica todo el aparataje mediático y político, en función de esa promesa de campaña de “América para los americanos”.
Paradójicamente, con esto se reactivaría la economía de los sectores populares de EE.UU. en función de que la migración bloquea el desarrollo de las empresas por esa competencia desleal e ilegítima de contratar a trabajadores extranjeros con bajos sueldos, en absoluta explotación inmisericorde.
Y, al mismo tiempo, esas empresas tendrían que contratar a estadounidenses con todas las obligaciones laborales para reactivar una economía, en todos los sentidos, dislocada por las guerras en las que se mete ese imperio y una sociedad enajenada pensando que con eso viven en el mejor país del mundo.
Por supuesto, la posesión de Trump será un acontecimiento polémico, pero al que quieren ir algunos fanáticos de ese país y de ese régimen. Para eso, “algunitos” hacen lo imposible por ser invitados, hasta se inventan invitaciones.
Pero ya sabemos que eso es un mito, tampoco es una de las ceremonias a las que todo el mundo quiere ir, pero como somos acomplejados, colonizados y hasta tenemos Presidentes nacidos allá, entonces quieren participar de ese evento como si fuese el de su propia patria.
Lastimosamente tenemos algunos que ven a EE.UU. como un ejemplo, pero ya sabemos que es un imperio en decadencia, de lo cual no se han enterado algunos fanáticos.
Cada vez es menos una potencia económica, científica, cultural o deportiva. Su clase política es de las más cuestionadas por un sinnúmero de escándalos y carencias intelectuales para enfrentar los desafíos de esta contemporaneidad.
Y si a eso sumamos el costo de las guerras, no solo en vidas para las familias estadounidenses sino para el mundo en general, estamos frente a un país con unas dificultades como para autocalificarse como un imperio boyante.
Y solo un dato más: ¿cuál es el país que más consume drogas y que por lo mismo se convierte en el destino de miles de toneladas? ¿No es acaso ahora el fentanilo una de las mayores locuras en las calles de las principales ciudades?
Por tanto, bien por la democracia de los gringos, a su modo y su estilo, pero por favor no nos hagan creer que ese es el modelo que debemos seguir y mucho menos que por la posesión de un presidente tendremos que movilizar recursos propios para trasladar a un mandatario nacido en ese espacio geográfico. PUNTO