Editorial de Radio Pichincha
Guillermo Lasso se ha jactado de contar con el apoyo de Colombia, EE.UU., Israel y España para resolver la crisis crónica de las cárceles del país. Pero de jactarse al hecho hay mucho trecho. En otras palabras, no ha hecho nada.
A los mismos países mencionó en varias ocasiones para jurarnos que acabará con las mafias criminales, pero las bandas siguen haciendo de las suyas, con más impunidad que nunca. Ahora trae a la jefa del Comando Sur de la súper poderosa fuerza armada estadounidense y con eso nos ilusiona con la fantasía de que las US Army nos resolverá la crisis crónica de inseguridad, tal como han hecho en Afganistán, Irák, Haití o Libia.
Pero el tema va más allá de si se asesora o no, de si le financian o no, de si le aplauden o no, de si le socapan o no.
Lo de fondo es que el sistema de rehabilitación no existe, no tiene plata ni cuenta con las personas especializadas para atender a los privados de libertad.
Lo de fondo es que los de CREO no saben gobernar, no tienen idea del significado de la política pública de seguridad.
Y por si fuera poco: Lasso y sus ministros no asumen, con un poco de sangre en la cara, su incapacidad para administrar el Estado, en las mínimas tareas de carácter sustancial como sacar una cédula o llevar las cuentas al día del presupuesto y su ejecución mensual.
En la Inteligencia del Estado y en el precario sistema carcelario ha puesto a militares en servicio pasivo. Y hasta ahora nadie ha visto en esos personajes un solo título, trabajo de investigación o académico que califique sus cartas de presentación.
Parecería que Lasso ordena y ordena, como anoche: “He ordenado a los ministerios del Interior y de Turismo reforzar la policía migratoria”. ¿Y? Luego de esas órdenes no pasa nada. Lo mismo ha dicho en varios tuits para, supuestamente, resolver los problemas, que nunca se resuelven, que por el contrario se agudizan o se vuelven crónicos.
Y como no sabe cómo dirigir un Estado le aparecen comedidos como la alcaldesa de Guayaquil, sugiriéndole que haga cárceles en las islas, que ella podría donar algunas (ojalá sea en Mocoli, ha dicho el vulgo popular) para tener lo más lejos posible a los privados de libertad. Así como también ha surgido la idea de privatizar las cárceles y también que los gobiernos locales, municipios o prefecturas, se hagan cargo de algunos centros carcelarios. Es decir, “como yo no puedo, les paso a los alcaldes y prefectos el problema y allá ustedes verán cómo se arreglan”.
Es decir, un champús completo, sin pies ni cabeza. Casi como un glosario de iniciativas, porque no hay ni un solo plan bien elaborado y planteado como solución estructural.
Privatizar las cárceles es un negocio redondo que lo pagaremos todos los ecuatorianos para que las empresas lucren de las familias de los presos. EE.UU. conoce bien ese negocio. Y no por eso bajará la violencia al interior de los centros penitenciarios. Y llevar a los privados de libertad a una isla no eliminará a los guías y a los policías que permiten o ingresan armas, municiones, droga y equipamiento electrónico.
En conclusión: ¡Si no pueden dejen a los que sí saben gobernar! ¡Si no han reprobado en un año mejor hagan una consulta para cambiar el destino del país con otros personajes! ¡Y ya¡