El escritor argentino ha formado a decenas de periodistas. Sus libros y crónicas son un testimonio claro de su ambición literaria por intentar narrar el mundo. Caparrós, este sábado, reveló que padece de ELA.
Querido Martín, sabes que en Ecuador no ha llovido en días y hay una sequía que nos dejó sin energía eléctrica. A veces, casi siempre, caminar a oscuras por un país que uno creía conocer, se volvió extraño y peligroso.
Perdón que te hable de mi país. Pero quizás este sea un motivo para entusiasmarte a visitarnos y, con tu mirada de cazador, narres sobre esta nación, ahora sumida en la penumbra.
En Ecuador, muchos te estiman y han aprendido sobre el oficio periodístico con tus reportajes y libros. Basta leer Lacrónica para entender que el periodismo se hace en territorio, caminando mucho, preguntando más, tratando de entender.
Cuando leí El Hambre supe que las palabras que se pronuncian constantemente, y pasan desapercibidas, al tener miles de rostros y vidas cruzadas, adquieren un verdadero significado. O mejor dicho, uno entiende el dolor de su realidad.
Ese libro, como otros de tus textos, ha cambiado nuestra forma de ver el mundo.
Desde hace unas semanas, mi compañero Bryan Paúl Espinosa (joven y gran periodista, que siempre está en territorio, reportando e investigando), cuando llega a la sala de redacción, abre su mochila. Junto a su libreta y bolígrafos está el libro Ñamérica, que él lee con paciencia y dedicación.
Cuando le pregunté por qué siempre lo lleva consigo, me dijo: “Leerlo me ha ayudado a ampliar el criterio y el olfato periodístico”.
Y es que sabes, Martín, en muchas salas de redacción, tus libros son muy apreciados y son parte de nuestras herramientas de trabajo: tus escritos son una brújula. Tus páginas son una invitación a cuestionar, a incomodarnos, a volver a mirar la realidad. Y es eso, sobre todo, aprender a mirar.
En el año 2016, yo estudiaba una maestría en Creación Literaria y, no sé si lo recuerdas, fuiste nuestro profesor de crónica. Han pasado ocho años desde aquellos días y aún guardo mi cuaderno de apuntes. Al revisar, veo subrayada esta frase:
“Luego del viaje, hay que describir lo que uno vio y luego, con lo que se tenga (entrevistas, informes, apuntes), se debe armar una historia. Una gran historia”.
Hoy, luego de saber que te diagnosticaron con esclerosis lateral amiotrófica (ELA), sentí la necesidad de agradecerte por cada enseñanza, por la infinidad de viajes que relataste y pude leer, por cada verdad incómoda que me enfrentó con la realidad.
Gracias por enseñarnos que el periodismo y las palabras son actos de resistencia: mientras podamos contar historias, hay esperanza.
Antes de despedirme, te quiero contar que en nuestra sala de redacción esperamos leer Antes que nada. Sabemos que en sus páginas habrá nuevos aprendizajes y conoceremos más sobre tu vida, sobre el oficio literario y la valentía con la que enfrentas el ELA. En una siguiente carta, te contaremos qué nos pareció el libro.
Martín, disfruta de los atardeceres de Madrid, son únicos.
Un abrazo, Edison.