Por: Andrés Luna Montalvo.
Una de las tradiciones más típicas del fútbol ecuatoriano es llegar al último trimestre del año con las deudas hasta el cuello y no presentarse a jugar: así de sencillo. Este fin de semana le sucedió al Deportivo Cuenca que quedó suspendido para su juego con Olmedo. El más importante representante del austro ecuatoriano y símbolo de una de las ciudades más ricas y educadas del país, ha logrado 8 de 45 puntos disputados y es el candidato 1A para descender.
Pero no es el Cuenca ni el Ecuador de la pandemia lo que ha provocado este desastre, pues octubre, noviembre y diciembre son los meses en donde los clubes dejan de soportar el agobio de los compromisos económicos y se derrumban en la mesa de negociaciones. El registro de equipos que han descendido en los últimos años por no presentarse a jugar, suspensiones por deudas y sentencias por mora es alarmante y lo peor de todo es que se ha normalizado: ya nadie se sorprende cuando cualquier club del campeonato profesional de fútbol (ese de los 120 millones de dólares de GolTv), suspende su partido como si se tratara de cualquier torneo barrial, donde no se reúnen los 25 dólares para el árbitro o no se completa el equipo porque los jugadores se excedieron en los tragos el día anterior.
Pero hay otro fantasma peor que el no presentarse o descender. Dicen los sabios que “cuando uno se ahoga se agarra hasta de la serpiente”, y es lo que sucede en el balompié contemporáneo. Corporaciones millonarias en el mundo buscan equipos endeudados y en crisis para llevar sus famosos “fondos de inversión”, que se han catalogado como créditos desfavorables a un altísimo interés que comprometen el patrimonio más valioso de los clubes: sus futbolistas.
Los fondos de inversión se han investigado como una práctica irregular en la que un grupo económico invierte una cierta cantidad de dinero a cambio de una garantía que consiste en porcentajes en la venta de los mejores futbolistas del club. Pero esta venta no depende de los intereses de la institución sino de la urgencia de rentabilizar el préstamo del fondo, es decir, no se vende al jugador cuando el club lo decida o lo considere conveniente, sino cuando aparezca una oferta en la que los prestamistas vean que pueden arranchar su porcentaje. El ejemplo se hace evidente cuando un futbolista abandona el club donde está brillando por ir inmediata y prematuramente a otro que hace cualquier oferta por la presión de tus chulqueros a que vendas. Los expedientes del Atlético de Madrid, el Twente holandés o el Sporting de Jijón con el grupo de inversión Doyen son emblemáticos y dignos casos de estudio para los interesados.
Esperemos que la angustia del último trimestre o la amenaza de un descenso no coloquen una venda sobre los ojos de los directivos y socios, para que ninguna forma de estafa surque por aguas ecuatorianas. Aunque al intentar ser el espejo de la Liga Española, donde los fondos de inversión han sido defendidos pese a las sanciones de la FIFA que los prohibió desde el 2015, tampoco nos augura muchas esperanzas.