Editorial de Radio Pichincha
Durante los Juegos Olímpicos de París 2024 lo dijimos más de una vez: no solo es una cita deportiva sino una expresión política que debe entenderse y asimilarse como tal. No hay que ver las cosas desde lo supuestamente negativo de la palabra y menos aún con el prejuicio de que en el deporte no hay ideologías o asuntos geopolíticos en disputa.
De hecho, ya no es firme la supremacía de EE. UU. en estos juegos. Ayer, a la clausura, hubo un empate en el primer lugar con China: 40 medallas de oro cada potencia política, económica, comercial y militar. En una sola ocasión el gigante asiático ha superado a la potencia de América del Norte. Y hay algo más: la emergencia de países relativamente pequeños que les disputan medallas a esas dos potencias, como pasó en la carrera de los 100 metros, casi siempre dominada por las estadounidenses.
Y así como en el fútbol europeo, ahora es mucho más notorio que la migración al Viejo Continente ha llenado de atletas de origen africano que les han dado varias preseas a los países de esa región. Con ello, además, se desmonta esa xenofobia, en sus más procaces sentidos. Nadie duda que en el deporte se expresa esa integración necesaria, que, siendo milenaria, solo ahora tiene un conflicto y unas violencias desde sectores neofascistas.
No dejemos de lado, en esa lógica, la pérdida de protagonismo de América Latina, que gracias a las políticas restrictivas y de “austericidio” impiden un mejor desarrollo en este campo. Bastaría ver que solo Brasil, Cuba y Ecuador quedaron entre los 50 países más destacados. ¿Qué ha pasado con Argentina, México, Perú, Colombia, Chile o la misma Venezuela, que es un caso aparte?
El caso ecuatoriano es muy particular, porque les guste o no, lo que ahora cosechamos (una de oro, dos de plata y dos de bronce) es el resultado de un proceso que no empezó hace dos o cinco años. A pesar de Lenín Moreno, Guillermo Lasso y Daniel Noboa, nuestros atletas vienen desde hace más de una década trabajando en una formación y preparación de alto rendimiento con asesores extranjeros y una infraestructura, que lamentablemente ya no cuentan con el mismo presupuesto.
Nuestros atletas son prueba de pundonor y dignidad. Y hay que decirlo, Daniel Pintado, Glenda Morejón, Lucía Yépez, Angie Palacios y Neisi Dajomes llegaron a París con muchas carencias y dificultades, pero no esperaron nada a cambio de algo desde el Gobierno y un Ministerio del Deporte carente de toda política y austero con los atletas, pero no con sus autoridades que se pasean por todo lado, sin medir austeridad alguna.
Si bien obtuvimos más medallas, nos ubicamos un poco más abajo en el tablero que la Olimpiada anterior. Ahora quedamos en el puesto 49 y en la de 2020 en el 38 por las dos medallas de oro de Dajomes y Richard Carapaz (ciclista carchense que fue sacado de la delegación a París) y la de bronce de Tamara Salazar. Sí, pudieron ser más, al menos dos de bronce más o dos de plata, pero ya eso es historia.
Lo que cuenta por ahora es la calidad y tenacidad con la que llegan nuestros atletas, ya sin recelo ni ingenuidad. Ganar medallas a las grandes potencias, con todas las condiciones y apoyo es una doble victoria, se mire por donde se mire. Pero, claro, ahora nos entusiasmamos y nos felicitamos, pero desde hoy mismo pasaremos a ser invadidos del fútbol donde se gastan millones de millones de dólares y no somos capaces de llegar ni a cuartos de final, menos pensar en una Copa Mundial o una Copa América.
En fin, para qué más lamentar esa paradoja y absurdo del “mercado del deporte”. Hoy solo sabemos que tenemos todo para ser los más grandes de nuestra región y entrar a disputar a las grandes potencias en deportes de cualquier especialidad. PUNTO