Editorial de Radio Pichincha
Duele, pero hay que insistir: la inseguridad navideña estuvo por lo alto. Solo en una ciudad, la de Guayaquil, hubo 24 asesinatos violentos, actos de sicariato, sin descontar la serie de robos y asaltos, por todo el país. Los heridos doblan esa cifran. De hecho, algunos medios sintonizados con el gobierno han bajado el tono de la crónica roja, pero la realidad supera cualquier maquillaje mediático.
Lo que algunos confundieron con petardos, en la Noche Buena fueron balaceras, incluso en medio de reuniones familiares, como ocurrió en el barrio Prosperina, tal como reportaron ciudadanos en las redes sociales.
¿Cómo se puede aspirar a una evaluación positiva, como quiere el propio Presidente, si el país, en general vive a diario una situación de miedo y de angustia? ¿Hasta dónde la realidad supera la estrategia de atenuar esa angustia con mensajes que no se compadecen con el dolor de las víctimas ni mucho menos con resultados positivos con la persecución al crimen organizado?
Quizá la respuesta está en otro fenómeno que ha ocurrido este mes de diciembre: la emigración se expande y se profundiza. Si el gobierno espera una respuesta en tono protesta y movilización, ha ocurrido un éxodo que las familias se encargan de evidenciar en los mensajes navideños, en los videos de redes sociales y un comentario ciudadano doméstico donde los testimonios son tantos y tan variados.
Entonces, con todo eso no podemos asegurar que las cosas han mejorado, que el ánimo navideño si bien neutraliza un momento o unos días, en el quehacer cotidiano la preocupación no decrece. Y si a eso se suman los elevados precios, la especulación comercial y una buena dosis de carestía que no da lugar a ninguna felicidad plena.
Evidentemente todos hacen un esfuerzo por paliar esta situación con fotos, mensajes, “likes”, videos, las reuniones familiares, a pesar de las penurias, pero es como un desahogo o una droga para que no pese la cruda realidad que estos días muestran por doquier.
Nos criticarán por ser “pesimistas” en estos tiempos, pero no podemos mentir, tapar o colgarnos del relato oficial. La responsabilidad periodística es mostrar y también explicar el fenómeno, que ya es una crisis crónica. Nos corresponde alertar de esta situación porque la ciudadanía demanda una respuesta. Ya no basta con saludos a la Policía y a los agentes, tampoco las amenazas a los grupos criminales, porque nos hace falta resultados concretos, una disminución considerable de los asesinatos violentos y una actuación real de la Fuerza Pública en todos los sentidos.
De hecho, llama la atención esa declaración del Presidente pidiendo a los policías disparar, casi sin preguntar, lo cual ya sabemos qué consecuencias ha traído en el pasado aquí como lo que ocurre en otros países. Si la idea es disparar y disparar, ¿dónde queda el trabajo de la inteligencia y de los servicios de espionaje? ¿Están dedicados a los adversarios políticos y no a quienes realmente se debe dirigir la lucha anti criminal?
Por tanto, vistas las cosas así, nadie augura que tengamos un Buen y Próspero Año Nuevo. PUNTO