La violencia fue el signo distintivo de 2024. Frente a este panorama, los gestores culturales ecuatorianos aprendieron a enfrentar este escenario con creatividad.
La promotora cultural Mariuxi Ávila abrió una residencia cultural en Olón (Península de Santa Elena) en mayo del año pasado, un lugar paradisiaco a solo 600 metros de la playa.
“La idea en la Estación 2050 era organizar presentaciones culturales y alternar con noches de poesía y conciertos”.
Tres meses después las cosas comenzaron a cambiar, la violencia la obligó a modificar su rumbo. “No quería sentirme insegura, pero en el balneario de Montañita se movilizan con frecuencia guardaespaldas armados y chicas prepago”.
Montañita es un cantón centrado en el turismo deportivo y recreativo, por lo que abundan bares y discotecas, se encuentra a menos de cuatro kilómetros de Olón por la Ruta del Sol. En Montañita la violencia hizo su propia residencia y a menudo se han observado matanzas y algunos comerciantes sobreviven con extorsiones.
Esta situación, según una nota de France24 de diciembre de 2024, es común en la región. Los gestores culturales de toda América Latina, enfrentan riesgos y acciones violentas de cada uno de sus países.
En algunos casos los artistas las vuelven otros discursos, en otras, la mayoría, simplemente se hacen a un lado, hasta cuando sea posible enfrentar la situación.
Mariuxi Ávila no cerró su residencia, sino que la debió reconvertir.
Ahora se dedica a recibir artistas que realizan residencias creativas, para lo cual ha recibido recursos provenientes de fondos concursables.
France 24 destaca en Ecuador el trabajo de los gestores Gloria Armijos y el colectivo “Territorios de Libertad” cuyos esfuerzos se desarrollan a pesar de la cruda vecindad de la violencia.
El trabajo con materiales de la zona en la residencia cultural de Olón
La historia de un milagro
Y sí existen milagros.
La poeta guayaquileña Ángela Arboleda se convirtió, fruto de la violencia en su ciudad, en Ángela “Milagro» Arboleda, después de haber sobrevivido a un disparo durante un asalto, tal como señala un post de la Universidad de las Artes.
Proseguir para transformar, en cambio, podría ser la bandera de Isaac Peñaherrera.
Desde hace más de 20 años organiza actividades culturales en barrios del sur de Quito como en El Valle del Chota (Imbabura) y Esmeraldas (costa ecuatoriana).
“Actualmente, en zonas como Calderón y Carapungo, populosas parroquias del norte de Quito, están tomadas por las bandas, los compañeros que hace skate, por ejemplo, han tenido muchos inconvenientes, también hemos tenido problemas en Esmeraldas, a partir de lo que fue la entrada de los militares”, sostuvo en entrevista con Radio Pichincha.
Para enfrentar este problema, su colectivo la Red Ecuatoriana de Cultura Viva está preparando un proyecto de “emergencia cultural” que movilizaría recursos para proyectos en zonas de conflicto.
“Cuando llega lo violencia no se puede hacer nada, no vamos a combatir, sin embargo, nos mantenemos activos”.
Con orgullo afirma que están movilizando a la Capital, niños y niñas de zonas de conflicto, para que completen el bachillerato en Quito.
“Estamos hablando con las Casas Somos, un proyecto municipal para traer niños de la nacionalidad Shuar a Quito para que continúen sus estudios”.
A pesar de las dificultades, su colectivo sigue abriendo núcleos en zonas conflictivas como en barrios del noroccidente de Quito, como La Pisulí y en el centro sur, la tradicional 24 de mayo.
La gestión cultural crece justo en las rendijas que no ha captado la violencia y allí crea islas para su abrazo transformador.