Editorial de Radio Pichincha
En la posesión como el presidente número 47 de los EE.UU. el reelegido Donald Trump hizo gala de una ambiciosa y totalitaria postura frente a América Latina, una flagrante violación a los derechos humanos de los migrantes latinos, las personas LGTBI y un desconocimiento de la historia de expansionismo. Todo esto con el aplauso de dos mandatarios de nuestra región presentes en la ceremonia.
Primero quiere retomarse el canal de Panamá, como si fuese de su propiedad eterna, para supuestamente evitar el control de otra potencia mundial.
Y, lo mismo, bajo la lógica de su “América para los americanos”, quiere cambiar a su gusto el nombre del Golfo de México, nombre establecido y definido desde el siglo XVI, incluso antes de la existencia misma de los EE. UU.
¿Por qué se plantea esto? ¿Qué hay detrás de una postura tan agresiva y codiciosa como esta?
No cabe duda de que hay un temor. Ese temor es perder el dominio que supuestamente tiene y quiere asegurar sobre un continente al que lo consideran suyo, de su patrimonio y de su exclusiva explotación.
Ya no conformes con invadir países, continentes, en guerras cruentas para enriquecer al aparato industrial militar (en buena medida financista de todas las campañas electorales gringas), ahora quieren imponer una invasión imperialista de nuevo tipo.
Por supuesto, para ello cuentan con el aplauso de presidentes como Milei y Noboa, quienes fueron a ovacionar cada una de las palabras del discurso de posesión de un Trump agresivo, arrogante, pero al mismo tiempo que podría reunirse con Vladimir Putin o Xi Ji Ping, solo para garantizar sus negocios privados.
Por todo ello, América Latina debe expresarse y defender su soberanía, autonomía y dignidad. ¿Acaso se van a quedar callados o dejar sola a Panamá? ¿Se imaginan ustedes lo que habría pasado si hoy por hoy la Unasur existiese y se pronunciaría sobre las intenciones de Trump?
Es digno de valorar la postura de México y de su presidenta, que no han tenido ningún temor, recelo o duda de hacer respetar su historia y soberanía. Así se debe hablar, con absoluta responsabilidad y no ir a aplaudir, en calidad de colonos o se sometidos, a la mayor expresión de imperialismo en decadencia. PUNTO