Andrés Luna Montalvo
El ensueño de la selección ecuatoriana de fútbol Sub. 20 terminó y sus últimos resultados nos devolvieron a la polvorienta realidad de un fútbol ecuatoriano, que en setenta años no ha logrado sostener un proceso ascendente. Esta generación mágica, como otras que hemos experimentado, ha sido vapuleada en el Preolímpico de Colombia dejándonos muchas más respuestas que preguntas.
No se trata de que esta camada de extraordinarios futbolistas se ha terminado o fracasó, sino todo lo contrario, su periodo de madurez deportiva apenas inicia y la estrepitosa caída del Preolímpico ayudará a curtir aun más su carácter, su talento y su personalidad. Lo que sí afortunadamente terminó, es el espejismo de que esta selección era la panacea del fútbol ecuatoriano, que estos muchachos debían encarar la Clasificatoria al Mundial de Catar o que Jorge Célico era el indicado para dirigir al combinado de mayores: esos mitos se hicieron cenizas.
No faltaron en los últimos meses las voces de hinchas que, producto de la peligrosa mezcla entre desconocimiento y emoción, creían que los campeones del Sudamericano Sub. 20 debían encarar el desafío de la Clasificatoria y que su tutor, el formador Célico, debía fajarse de tú a tú con la élite del balompié sudamericano. El resultado de ese disparate pudo haber sido la interrupción prematura de la carrera de estos muchachitos y por supuesto, hondar el hueco en el que de por sí ya se encuentra el fútbol nacional. El título del Sudamericano, así como el tercer lugar en el Mundial Sub. 20 de Polonia, son apenas credenciales que años más tarde deberán presentarse cuando estos jóvenes, que no han jugado siquiera un año completo en primera división, puedan comenzar a foguearse como profesionales. El propósito de Célico no está en ganar títulos con juveniles, sino darle a Jordi Cruyff (o al que sea), futbolistas experimentados, talentosos y maduros para formar parte de la Selección absoluta.
Aunque doloroso, el baile que hemos recibido en el Preolímpico debe servir para “tirar un cable a tierra” y pensar con cabeza fría hacia dónde va el balompié nacional. Más lamentable que los resultados, eso sí, fue que ni Cruyff ni ninguno de sus colaboradores estuvieron en Colombia para acompañar a la delegación. El lugar del holandés es ese, estar con los jóvenes en sus competiciones de clubes y selecciones, dejar el escritorio o el set y arremangarse para buscar un equipo decente para encarar la Clasificatoria. Y eso no se va a lograr mirando la televisión ecuatoriana o viendo redes sociales a la madrugada desde España.