Editorial de Radio Pichincha
En la previa al Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer ocurrió una advertencia, desde una autoridad, que siendo “una dama” coloca el lenguaje y la simbología del poder al servicio de la represión y no en la garantía de los derechos humanos, como debería ser lo “normal y lógico”.
Esa ministra, que debería ocuparse de la inseguridad criminal, sale con los altos mandos de la Fuerza Pública, prácticamente, a advertir que no hagan una marcha porque las mujeres, en un día tan importante, no pueden entrar al Centro Histórico. Pero, aunque no le guste ayer la ciudad fue testigo de una movilización cargada de indignación, memoria y exigencia de justicia.
La marcha no solo repudió la violencia de género, sino que también exigió políticas públicas efectivas y una transformación profunda de las instituciones de justicia y seguridad.
Como dijeron las participantes, la movilización de este 25N en Quito no es solo una marcha; fue un grito colectivo de mujeres que, en medio de la adversidad, se niegan a callar.
Pero, sin lugar a dudas, esa violencia también tiene en el poder de turno unas expresiones y unos signos que no abonan para nada a bajar las tensiones, ya de por sí intensas por la falta de seguridad, por los apagones, entre lo más duro y dramático que nos ha tocado vivir.
Esa ministra debería leer más de una vez el reportaje del semanario The Economist para entender en el país que está o vive, pues no se trata de un medio ni correísta ni de aquellos que por ser críticos o responsables no reciben pauta o el acoso mediático del poder.
Con un poco más de sensatez y de responsabilidad, en vez de ocuparse tanto de las marchas deberían, esa ministra y su Alto Mando, ocuparse de esos grupos criminales que andan armados “hasta los dientes” para asesinar a plena luz del día o asaltar en los centros comerciales como si fuese un asunto ya normalizado y con absoluta impunidad. PUNTO