Editorial de Radio Pichincha
Ya no queda duda que quien manda en Ecuador es la Mafia Mediática: presionaron tanto para la Muerte Cruzada, que al final obligaron a don Guillermo a usarla por encima del precepto constitucional.
Hoy por hoy no rigen ni siquiera los principios republicanos, que tanto proclamaron anteriormente, cuando era otro el Gobierno y ellos eran la oposición recalcitrante. Principio como el equilibrio de poderes, por los suelos. Principio de la independencia de poderes, en el tacho de la basura. Principio de fiscalización, como si fuese un mamotreto.
Si don Guillermo está convencido que hay una “conmoción interna” y una grave crisis política, ¿por qué esperó hasta el día de ayer, cuando ya había los votos para su censura en el juicio político? Y es más: durante su defensa dibujó un país boyante, con una economía saneada, con un prestigio internacional y un sinnúmero de bondades de su Gobierno, pero al día siguiente o esa misma noche, cuando grabó la cadena nacional, ya nos encontrábamos en una CONMOCIÓN INTERNA. ¿Cómo pudo cambiar una nación en menos de 24 horas? Eso no lo entiende nadie, ni dentro ni fuera del país.
Todo lo hecho se resume en una palabra, dura, pero necesaria: IMPUNIDAD. Don Guillermo y sus cortesanos no quieren rendir cuentas de las grandes investigaciones sobre peculado, sobre el asesinato de Rubén Cherres y el conjunto de denuncias que se han publicado y debatido de enero para acá. Y con la impunidad no se juega, eso con el tiempo acarrea graves consecuencias de todo tipo. ¿O no es lo que está viviendo ahora mismo el nefasto Lenín Moreno?
Para variar, el Gobierno y su primer funcionario le echan la culpa de todo a la Asamblea, incluso de la inseguridad, de la emigración. Y si fuese así, ¿entonces desde hoy ya no habrá más ecuatorianos intentando cruzar las fronteras, desaparecen los crímenes violentos, las masacres carcelarias, los secuestros, el sicariato?
La verdad es que con la Muerte Cruzada el banquero presidente sienta un pésimo precedente democrático: cualquier mandatario que se vea amenazado por un juicio político disolverá la Asamblea con cualquier argumento. Y eso no puede seguir ocurriendo.
Incluso, el haber rodeado de militares la Asamblea y algunas instituciones era innecesario, osado y hasta arrogante. No, no hace falta esas muestras de poder y autoritarismo. Si se está convencido de lo correcto no es necesario el “imperio de las armas” y menos el amedrentamiento.
Ojalá la Corte Constitucional asuma sus responsabilidades a la altura de los acontecimientos y de las necesidades de consolidar una democracia madura y para el servicio de los grandes intereses nacionales. Y si no revisa bien el decreto, queda por delante una temporada de incertidumbre y vicisitudes. PUNTO