Editorial de Radio Pichincha
Cuesta decirlo, pero la indignación se desborda en Ecuador. Hay muchos motivos. Hay decepción y una incertidumbre sin nombre.
Ni todas las encuestas ni sondeos de opinión pueden ocultar ya el agotamiento y el cansancio generalizado sobre la pésima o casi nula gestión del gobierno de Guillermo Lasso Mendoza. Y no solo pasa por él. Que ya es bastante. Que no es poca cosa. Sus ministros y colaboradores inmediatos son de una mediocridad impresionante. Ni siquiera son capaces de gastar sus propios presupuestos. Ni qué decir de sus asambleístas, que se esconden en la curul. O ese asambleísta dizque periodista de investigación que solo vive del escándalo y del chantaje.
No hay una sola cifra que dé cuenta de un crecimiento económico, social o financiero. Con los precios del petróleo más caros de la historia; con la reserva monetaria más alta de América Latina en promedio; con la deuda externa con mejores y mayores beneficios para los tenedores de bonos; y, para variar, con la casi nula inversión social, la evaporada inversión extranjera y sin otro elogio que no sea el del FMI. ¿Con todo eso, cómo quiere aplausos y reconocimientos?
Señor Guillermo Lasso seamos sinceros: ¿para qué quiso la Presidencia de la República? ¿Para adornar su sala con el retrato del Salón Amarillo? ¿Para declararse el hombre más próspero y de mayor fortuna? ¿Dónde han quedado esos discursos que ahora se ven tan vacíos que, hasta sus periodistas amigos, quienes le aplaudieron y lo apapacharon le dicen que ya apesta a caído?
Si se encuentra mal de salud, preocúpese de ella, atiéndase, cúrese, que su familia le agradecerá. Pero no se cure a costa de todo un país. No nos haga víctimas de sus enfermedades, cualesquiera que sean éstas, porque ni de eso estamos al tanto. Con todos los millones de dólares acumulados desde que hace política, bien pudiera retirarse muy cómodo a su casa y vivir con sus allegados con la mejor armonía y la paz propia de la vejez.
Por favor, tome una decisión y haga prevalecer el sentido común, el más común de los sentidos. Necesitamos un Presidente de la República presente, lúcido, activo, entregado al trabajo y a la responsabilidad y dignidad de ese cargo. Si ya Lenín Moreno devalúo el prestigio de la Presidencia, con sus delirios de vago bien pagado, háganos el favor de no seguir ese pésimo ejemplo.
Ecuador entero se lo agradecerá. Sinceramente. No da para más. Hasta aquí llegó la paciencia, porque la desaparición de María Belén Bernal ha demostrado a sus ministros como los misóginos que usted mismo enarbola y nos deja en una tristeza absoluta, pues la madre de ella, para que lo tenga muy presente, se está convirtiendo en la Pedro Restrepo y la Luz Elena Arismendy de este siglo. Y eso, sabemos muy bien, tiene un costo muy caro.