Editorial de Radio Pichincha
Ha pasado más de un año desde el asesinato del exasambleísta Fernando Villavicencio. Y recién ahora se publican los chats que sostuvo con disímiles personajes de la política y del periodismo ecuatoriano, sin dejar de lado a un personaje fundamental: LA FISCAL GENERAL DEL ESTADO, DIANA SALAZAR.
Más allá del morbo con el que estos temas pueden generar (porque también hay cosas íntimas muy reveladoras) hay dos cosas que se pueden afirmar, sin duda alguna, con la fuerza que el tiempo le da a los hechos y a la personalidad del mismo asesinado.
PRIMERO: Nos ratificamos en algo que no ha sido tomado muy en serio por muchos y denostado por otros: los chats prueban la existencia de una MAFIA MEDIÁTICA.
Es decir, las conversaciones y los intercambios de datos, halagos, insultos y hasta secretos de Estado, tenían un solo propósito: asegurarse con el poder, impedir que el llamado correísmo vuelva al gobierno y, por qué no, garantizar los negocios de los más emblemáticos personajes de la derecha, la oligarquía y de cierta Embajada.
¿Acaso coordinar con los periodistas y los medios acciones para levantar la imagen de un presidente o crear noticias falsas y otras desinformaciones con el único objetivo de sostenerse en el poder no se llama COLUSIÓN? ¿Y no es la colusión la forma en la que actúan las mafias?
SEGUNDO: Cada una de las expresiones que usaba Villavicencio (hasta para tratar a su esposa, amigos y excolegas) dan cuenta de una personalidad que ya dejaba muchas pistas de su intenso narcisismo, egocentrismo y arrogancia, como si se sintiera impune e intocable.
Sin dejar de condenar su asesinato, que necesita una investigación a fondo, no cabe duda de que Villavicencio tuvo un comportamiento no solo polémico, sino muy reñido con la ética y la conducta moral de un asambleísta y de un aspirante a la Presidencia de la República.
De todos modos, miles de chats, con los que ahora miran para otro lado, dan cuenta de un modo de actuación política de los que se autocalifican muy morales, castos y puros.
Se evidencia cómo definían a quién atacar, cómo meter titulares y temas en la discusión pública para ocultar tantas cosas que deberían ser ahora motivo de una investigación de una fiscalía responsable y técnica, pero ya sabemos que eso no ocurrirá hasta que cambien a la actual titular de esa institución, quizá la más “manchada” con estas revelaciones.
Igualmente, ahora nos queda mucho más claro por qué NO QUIEREN NI QUERÍAN QUE ESE CELULAR SE CONOCIERA EN ECUADOR, por eso le entregaron al FBI, una entidad de investigación estadounidense, que no tienen nada que ver con la justicia ecuatoriana, salvo que, como se dice y de lo que habrá que también pedir cuentas, a esa organización gringa el mismo Villavicencio le rendía cuentas.
Y así como van las cosas, lo más seguro es que no pasará nada con estos chats hasta que tengamos una verdadera comisión de la verdad que dé cuenta de todo lo que esto implica para nuestra democracia y para la auténtica investigación de un crimen que tuvo un solo propósito, al parecer. PUNTO