Por Jorge Serrano Vallejo
Ecuador desde el 2017 vive uno de los períodos de mayor inestabilidad política, no sólo por la constante confrontación que entre los dirigentes nacionales se ha producido, sino también por el alejamiento que de la política los ecuatorianos demuestran tener. Finalmente uno de los mayores esfuerzos realizados en la década 2007-2017 se ha echado abajo, esto es la incorporación de los pueblos y las organizaciones sociales a la tarea de decidir en los asuntos del gobierno y del Estado.
Haciendo aparecer como que esto habría sido apenas una “novelería”, los representantes de la derecha hacen todo para construir ese alejamiento hacia la política y los políticos. No son pocos quienes ahora piensan y expresan que nuevamente no tienen confianza en casi nadie, en casi ninguna institución, no se sienten representados por algún dirigente de los que actúan en el escenario nacional.
La hoja de ruta, la cronología de esa devastadora estrategia comenzó con la tarea de desprestigiar las obras emblemáticas que se construyeron. Luego se pasó a desprestigiar y judicializar a los dirigentes del gobierno anterior. Posteriormente fue a su organización política a la que le tocó el turno. Para proseguir con otros dirigentes a paso seguido.
En medio de esta trágica lucha, el pueblo quedó en el medio. Al principio sin atinar una reacción. Luego dando cabida a las dudas sobre las obras y programas que recibió, y que le beneficiaron directamente. La siembra de la duda ha sido perversamente saboreada por las fuerzas cuya intención es regresar todo al pasado. Al final el pueblo quedó en un desconcierto que lo ha inmovilizado. Pararon a la máquina. Pararon al motor que mueve la historia. El falso mensaje psicológico instalado es que nada sirvió, que hubo engaño, que hubo corrupción, y que el ciudadano no debería dejarse engañar cayendo en una desconfianza generalizada, no sólo hacia los políticos, también a los medios de lucha que las organizaciones sociales siempre usaron para hacer valer sus derechos.
Los ciudadanos perdieron la confianza en los voceros, en las organizaciones, en la lucha, y en una inconveniente modorra se ha sumido en la inacción aunque sean sus propios recursos los que estén siendo festinados para hoy y mañana.
Los ecuatorianos deberán reaccionar con prontitud, antes de que la riqueza nacional sea entregada a las corporaciones internacionales, que se preparan ya para entrar vorazmente a imperar en la economía nacional.
Los ecuatorianos deberán comprender que la defensa de su salario, de su estabilidad, de los años para jubilarse, de su derecho a la salud, a vivienda y educación, va más allá de la confianza en uno u otro político u organización.
Deberá comprender que organizarse, luchar, es casi una necesidad de supervivencia. Que retornamos a la década de los 90s en los que había necesidad de que todo el país se exprese para frenar los planes de los gobiernos que intentaron implantar el neoliberalismo en Ecuador.
Si no se lo hace pronto, será demasiado tarde, y el país habrá perdido su soberanía, y la capacidad de decidir en lo económico macroeconómico, más aún en lo microeconómico para sus hogares.
Hoy, no debe motivarse por la credibilidad de un dirigente. Hoy debe motivarse por defender sus propios derechos e intereses.
Que el Ecuador vuelva a mostrar que es un pueblo maduro, y no se deja engatusar.