Editorial de Radio Pichincha
La mayor fortaleza de un medio de comunicación y de un periodista es su credibilidad. Eso, como verdad de “Perogrullo”, debe ser el lema de todos los días en este oficio y no se puede perder por un par de centavos, unas jugosas fortunas o intereses políticos, menos aún si son intereses de grupos mafiosos o criminales.
Y, en estos días, circulan muchas informaciones sobre pagos a cuentas en redes sociales y a periodistas y medios desde el Gobierno.
En particular hay un personaje político, que hace periodismo, a quien se le ha pagado muy bien para “torcer” su postura política y ahora defender al Candidato-Presidente.
Hablamos del mismo que cuando fue ministro de Sixto Durán Ballén hacía “colectas” para comprarse sus lujos; el mismo que en las administraciones socialcristianas, en la alcaldía de Guayaquil, tuvo buenos contratos y beneficios; el mismo que con Guillermo Lasso fue enaltecido por su alineamiento a un gobierno que todos sabemos cómo terminó. Y ni siquiera hace falta mencionar su nombre.
Estamos en el momento de entender cuánto importa la plata para destruir el prestigio y la credibilidad. Así nomás, como si nada, sin vergüenza alguna, con la desfachatez monumental de aquellos que solo se miran al ombligo para entender la realidad.
En sí misma la pauta no es mala, porque permite la operación de un medio que depende de los recursos de la publicidad. Así ha sido siempre. Lo que no se entiende es que esa pauta sirva para mentir, distorsionar la realidad y desinformar.
Eso ya es un pecado de “lesa periodismo”. Y siempre cabe la pregunta: ¿para qué quieren tanta plata? ¿Por qué acumulan tanto si al final lo que cuenta es lo que cada uno se lleva a la posteridad? ¿Cómo quedan quienes se vendieron a los gobiernos y a los poderes económicos?
Por supuesto, quienes nos persiguen y hostigan con sus redes y medios dirán que aquí, en un medio público, no hay pauta porque nos financia el Estado. Y sí, pero rendimos cuentas, la Contraloría nos audita y las cuentas de todo están a disposición de todos. Pero eso sí no pueden cuestionar nuestra responsabilidad y nuestro profesionalismo.
Lo que hace falta es transparencia total de los medios, de todos los medios y de los periodistas, para que nadie sospeche de qué lado están y cómo es que se construyen sus narrativas y sus noticieros, además de sus comentarios.
Incluso, esas cuentas privadas donde se receptan esos “aportes” privados y algunos un tanto extraños desde el exterior y ONG’s.
Claro, es pedir algo muy difícil, pero la ilusión está: un día veremos al periodismo florecer con sus mejores talentos y potencialidades al servicio de nuestras audiencias. PUNTO