Editorial de Radio Pichincha
Lastimosamente hay que volver sobre el tema: la Policía Nacional del Ecuador está en una crisis que no puede seguir. Su desprestigio no es por casos aislados como quieren hacernos creer las autoridades y la mafia mediática que apoya al Gobierno.
Más de una denuncia hace evidente un problema estructural, que va desde la formación de los policías, oficiales y tropa; pero también está la vinculación de muchos de sus miembros con grupos y bandas criminales, sin descontar los llamados “NARCOGENERALES”, que en otro país habría sido un escándalo con altos costes para el gobierno y la misma cúpula policial.
Nadie quisiera vivir en un Estado donde los policías son un peligro para la seguridad personal y ciudadana. Ya lo vivieron en su momento Colombia y la ciudad de New York. ¿Qué hicieron allá? No tan fácil, pero si efectivo: descabezar a toda la jefatura, limpiar de los malos elementos y concretar una reestructuración total, con nuevos mecanismos de control, sistemas de formación y seguimiento, pero sobre todo un cambio radical de gestión administrativa y operativa.
Claro, porque Guillermo Lasso nos hace creer, sin resultado, que el asunto pasa por comprar más patrulleros o sistemas de inteligencia. Lo que él no dice ni entiende, al parecer, es que esos patrulleros y sistemas de inteligencia serían manejados por los mismos policías y dirigidos por los mismos narcogenerales. ¿Dónde está el cambio?
El no tan nuevo ministro Juan Zapata, tras una salida mediática, de una semana, ha vuelto al silencio sin dar respuestas a las urgentes demandas de los ciudadanos, como lo ha hecho ayer el alcalde de Santo Domingo. Con absoluta claridad y sensatez dijo: “La paciencia se acabó”. Y bien que lo diga él, como también lo deberían decir los alcaldes de Quito, Esmeraldas, Babahoyo o Manta, solo por mencionar cuatro casos.
Ya no es posible seguir pensando y sufriendo por el siguiente muerto, explosión o masacre carcelaria, como si fuese un número más de la estadística. TODO EL ECUADOR REQUIERE RESPUESTAS CONCRETAS. No se puede seguir con una institución y con unos mandos indolentes con la ciudadanía, con las mujeres que son asesinadas y violentadas por sus oficiales, menos aún con comandantes que se comunican con los jefes de las mafias y se tratan de ñañitos. ¿Hasta cuándo? PUNTO