Editorial de Radio Pichincha
Todos aquellos que apoyaron a don Guillermo han estado desesperados por acabar con su mandato y lanzarse a la Presidencia. Es decir, solo esperaron que él mismo se sepulte, se entierre en sus barbaridades, para ahora convertirse en sus grandes detractores, en quienes han tenido la varita mágica para resolver todos los problemas por él creado y por ellos acolitados.
Ahí es cuando la política, para el ciudadano común, se convierte en algo apestoso. ¿Si el apócrifo periodista Fernando Villavicencio defendió de mil maneras a don Guillermo ahora es el candidato “salvador” del desastre dejado por su protegido en la Comisión de Fiscalización? ¿El general Patricio Carrillo se alía con el partido de María Paula Romo para hacer lo que no hizo en calidad de ministro del Interior? ¿Es posible entender cómo se descuelgan de quien hicieron su “líder” y su “estadista”?
Estos dos ejemplos dan cuenta de algo que se ha querido imponer en la política ecuatoriana: LA TRAICIÓN. La traición como un modo descarado y aberrante de vernos como ignorantes, desmemoriados, incapaces de discernir entre el pasado inmediato y las palabras de un momento, los juramentos de otro y las sin vergüenza de ahora.
No ha pasado ni una semana de la declaración de la Muerte Cruzada y ya están activadas las maquinarias electorales de ciertos personajes que hasta hace poco defendían con uñas y dientes al régimen neoliberal más extremo de todos los tiempos, con unos discursos de salvación y de supuesto desprendimiento personal.
Así no podemos ir a ninguna parte. Por suerte y ojalá no nos equivoquemos, la memoria del pueblo se activa y se pone en juego en cada elección. Así ocurrió el 5 de febrero último. Por más denostación y linchamiento mediático, a la hora de depositar el voto la gente castiga y premia. Y así pasó. Y volverá a pasar en agosto cuando se vote por una nueva Asamblea y por unos nuevos mandatarios.
Por lo pronto, lo que sí queda claro es que don Guillermo es el gran castigado de todo este proceso. Ni sus amigos y defensores acérrimos ahora lo defienden ni le dan crédito político alguno. Y ese castigo no puede quedar solo en un voto o una sanción moral. Las consecuencias y el desastre de su gestión deber ser investigadas a fondo, porque por más de un año fueron tapadas por la Mafia Mediática.
Ya estamos en campaña electoral y ya veremos cómo los magos y los mercachifles de la política se van desnudando en sus más íntimas convicciones. Y por lo pronto, no dejaremos de recordar a todos y cada uno de ellos qué papel jugaron en la defensa de EL PEOR PRESIDENTE DE LA HISTORIA. PUNTO