El «Vino de mi Sombra» es un homenaje a Walt Whitman, a César Dávila Andrade y a ella: Sonia Manzano.
En “El vino de mi sombra” (Cadáver Exquisito, 2024) de Sonia Manzano, el lector saborea la cava más cuidada de la reserva poética de esta profesora, artista y narradora: el summum de una verdadera perfumista de la literatura.
El “vino de mi sombra” es el producto final de su vinatería. En esta obra de 73 páginas, las palabras cantan olores de tierra llovida, o se lanzan por el aire como una mano que acaricia el rostro del lector.
En la primera parte, el poemario está pensado a manera de homenaje al “Fakir”, César Dávila Andrade, con su inolvidable “Espacio me has vencido”.
A diferencia del escritor cuencano, la derrota de Manzano ante los elementos es inmediata, apenas tiene tiempo de decir un largo ay envenenado y lírico.
“Ay tiempo
Me has vencido
Nada menos que a mí
Que fui la madre de todas las batallas
De aquellas que libré
Cuando aún mi brazo soportaba
El peso de una espada
Fraguada en ocio lento”.
Manzano escribe sobre el tiempo mientras un minutero afilado la aguijonea con crueldad y maestría.
“Matas, pero no mueres
Morir es potestad de lo que tiene vida
Y tú fuiste abortado
Antes de que fueras concebido
Por dioses que copulan
Juntan las puntas de sus lenguas”.
En la segunda parte de esta obra, la poeta regresa a su ser, sólo para extrañar a Dios. (También lo extraño).
Durante el tercero y cuarto momentos del libro, los poemas completan el sentido, cruzan otras sensibilidades, para así, todos salir algo más limpios de este paseo por las profundidades, intactos en el vientre de los días.
Esta es una aproximación a la última obra de Sonia Manzano, la mujer que lee poemas en los pasillos de las escuelas, mientras un enorme sol, naranja y rojo, sube y baja del firmamento como un yoyo.