La empresa minera brasileña Vale había evaluado en octubre del año pasado que la represa 1 de la mina Córrego do Feijao en Brumadinho, era dos veces más propensa a romperse que el máximo tolerado por las propias políticas de seguridad y riesgo de la compañía.
La agencia Reuters asegura haber tenido acceso a un documento interno de Vale, que es la mayor productora de hierro del mundo, donde se comprobaba que sabían que la ruptura iba a ocurrir.
La destrucción del relave dejó 165 muertos y el número de desaparecidos puede hacer aumentar esa cifra. La preocupación de la empresa no da señales de haberse ocupado de evitar que millones de residuos mineros inundaran y destruyeran los alrededores de la mina, contaminando además los cauces de agua.
Una auditoría había permitido que la mina siguiera funcionando pese a todo. ¿Corrupción? ¿Negligencia? ¿Impericia? ¿Desinterés?
El 25 de enero de este año se produjo el peor siniestro minero de la historia brasileña y el segundo que involucra a Vale, a poco más de tres años del trágico precedente.
Todo parece indicar que las causas de ambas roturas y catástrofes ambientales tienen relación con la licuefacción, que es la pérdida de fuerza y rigidez de los componentes sólidos de la represa. Esto en términos científicos, en términos jurídicos es el momento de que Brasil condene fuertemente este atentado contra la naturaleza y las personas.