Editorial de Radio Pichincha
Ha llegado el momento de hablar claro: tal como está la Policía Nacional no hay modo de salir de la crisis institucional y de inseguridad en la que ya llevamos varios años, al menos desde que el señor Lenín Moreno y su ministra de Gobierno, María Paula Romo, se entregaron a ese grupo de generales.
Lo políticamente correcto nos diría que “NO SON TODOS LOS POLICÍAS”, que una “manzana podrida” daña al resto, etc. Pero ya la cosa es más grave de lo que nos imaginamos.
Por ejemplo: ¿Ya nos olvidamos los negocios piramidales? ¿Las decenas o centenas de policías desvinculados por estar trabajando con grupos criminales o usando las armas de dotación para asaltos en beneficio propio? ¿Los femicidas que han actuado bajo el amparo de su uniforme y sus pistolas?
No es cualquier cosa. NO es un asunto menor. NO ES PARA PASAR LA PÁGINA Y DEJAR ATRÁS COMO SI NO PASARA NADA.
En verdad, estamos en un momento medular, crítico y de la necesidad urgente de una “unidad de cuidados intensivos”. Dejar pasar sería ahondar la desconfianza y con ella además la falta de respeto y con eso la ausencia de credibilidad.
Lastimosamente, ni el Presidente Guillermo Lasso da muestras de asumir esto como un desafío político trascendental, menos aún sus subalternos, también policías, como son el Ministro del Interior y el Comandante de la Policía. Ninguno de ellos ha hecho el más mínimo reconocimiento de la gravedad del asunto.
Y como eso no pasará estamos en esa paradoja política que ningún país se merece: el poder político no arregla los problemas de la Policía, ni la Policía resuelve sus problemas internos. En consecuencia, ¿en manos de quién estamos?
Una duda enorme, trascendental y sin visos de solución inmediata. PUNTO.