Editorial de Radio Pichincha
Ya no hablamos solo de migración al exterior, sino también una migración interna. Ahora ocurre que hay poblaciones que se vacían, literalmente, porque no puede seguir bajo el miedo, el asesinato, la extorsión y el sicariato, en todas sus variantes.
A todo eso debemos ver normal, desde el relato oficial, pues la Ministra del Interior dice que hay un “terrorismo verbal”. ¿Entonces ya nos quedamos callados? ¿Ya la voz oficial es la única que cuenta porque de lo contrario quienes se pronuncian o critican son “terroristas verbales”? ¿Y esos supuestos terroristas serán ahora señalados como enemigos de la patria y se les aplicará la norma del “conflicto armado interno?
Muy grave poner las cosas en ese nivel, cuando en realidad, lo que está ocurriendo en Ecuador del año 2024 es que miles de compatriotas se van y no quieren volver.
De hecho, entre enero y julio de 2024, el saldo migratorio en Ecuador indica que aproximadamente cien mil ecuatorianos han dejado el país y no han regresado. Y este saldo representa un incremento del 25% respecto al mismo periodo de 2023, en donde hubo 79.539 ciudadanos que abandonaron el Ecuador y no regresaron. Con lo cual se constituye ya en la cifra más alta de los últimos cinco años.
No olvidemos que, en 2019, año de la prepandemia, 41.565 migrantes ecuatorianos salieron del país y no regresaron. Por lo tanto, si se compara con los datos del mismo periodo de 2024, hubo un incremento de 140% en los últimos cinco años.
Entonces, estamos en una situación de doble orden: económico porque es la expresión de varios factores que no dejan de ser analizados responsablemente y poco atendidos oficialmente. Y, por otro lado, en el orden familiar y sicológico es un fenómeno que ya vivimos al inicio de este siglo, con familias desarticuladas, desconectadas, niños creciendo al amparo de los abuelos o, ahora, yéndose con sus padres corriendo todos los riesgos.
Si no entendemos de este modo, por más que pongan controles policiales en las fronteras; por más que quieran engañarnos con que son “turistas” forzados, no vamos a atender el problema en sus raíces. Claro, ya se escuchan voces, un tanto “fascistoides” que se alegran de que haya menos gente que dar de comer, atender con servicios públicos y hasta han llegado a decir que es un asunto de orden libertario, que es la opción libre de vivir donde “les dé la gana”.
Así estamos, en estos tiempos de desfachatez que solo se entiende por la extendida “lacra moral” que nos cobija en la narrativa política de los que se creen dueños del país y los únicos elegidos para decidir el destino del resto. PUNTO