Punto Noticias. Para Susan Rocha, curadora e historiadora del arte, el proyecto de investigación ganador en el último “Mariano Aguilera”, se convertirá en una profunda indagación de la relación entre la pintura y la espiritualidad durante los siglos XX y XXI.
Para cualquier persona, en cambio, esta investigación en marcha titulada: “Espiritualidades expandidas en el arte ecuatoriano 1900-2023” y que estará lista en un año, será una oportunidad para conocer cómo en algunas obras la espiritualidad es algo más allá que el tema de fondo; se encuentra también en las formas, como en los tiempos sagrados y profanos y en las experiencias frente a la obra de artistas y el público en general.
Rocha es una investigadora, que desde la web Paralaje, un espacio virtual de crítica y desde otros enclaves académicos y artísticos, nos ha puesto frente a la verdad de la belleza y la condición humana.
En esta entrevista, nos adelanta algunos detalles de su trabajo.
¿Cuál fue el origen de la idea de estudiar prácticas artísticas y espiritual en distintos procesos históricos? El estudio se fundamenta en una amplia gama de artistas y prácticas que abordan temas como el animismo, las geografías sagradas, los tiempos sagrados y las formas de espiritualidad. En un contexto interdisciplinario, se analiza la historia del arte, el post humanismo, la antropología visual y las espiritualidades expandidas que atraviesan las experiencias artísticas.
En esto claro que existen conexiones inter temporales, se destacan los elementos simbólico y “lo andino” que cruza gran parte de los trabajos.
¿Qué obras son las estudiadas?Me interesan las exploraciones místicas de transfiguración o de transformación profunda en los autorretratos de Eduardo Solá Franco, donde transforma el “sí mismo” en un “sí mismo”, a través de místicas. Se trata de una experiencia religiosa de otro tipo.
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El análisis también atraviesa la obra “El Túnel” de Víctor Mideros, o “El Maestro” donde se vive un proceso místico de exploración; me interesa de sobra el camino espiritual de Judith Gutiérrez; las visiones particulares sobre lo espiritual de Marco Alvarado; la espiritualidad profunda en prácticas sociales, culturales y animistas de Eduardo Jaime; la obra de Ruth Cruz que intenta hacer una conexión con su hermana en el “más allá” y la de Angélica Alomoto que analiza “la limpia”; Juana Córdova, en cambio, trabaja sobre plantas sagradas, la obra de Gonzalo Vargas, Diana Valarezo, José Luis Vacas y Ana Fernández, esta última, hace una reinterpretación de las guaguas de pan, también me interesan los trabajos de Pilar Flores sobre el yoga, los de Oscar Santillán, Inti Muenala, entre otros.
Una constante es la importancia de la simbología que nos permite analizar los nexos temporales existentes como la importancia de “lo andino” a lo largo del tiempo.
¿Qué representó para usted ser reconocida en el premio Mariano Aguilera?
Es un honor tras muchos años de trabajo, como crítica y docente. Es un respaldo lógicamente a quienes trabajamos en la historia del arte, hacia la investigación.
Es importante, igualmente, crear un circuito en donde aparezca el artista, la escritura sobre arte, los procesos editoriales y eso, sin duda, es algo digno de felicitar del Mariano Aguilera.