“¡Cobardes hombres nacidos para la servidumbre ¿De qué tenéis miedo?¡No hay tiempo que perder!”. Fueron las palabras valientes de una de las mujeres que conspiró para que hoy, 213 años después, estemos celebrando este 10 de agosto de 1809. Fecha que marcó una de las festejos libertarios.
Son varios los antecedentes para hablar del 10 de agosto de 1809, cuando el malestar de los pobladores se extendió por todo el territorio. Cansados del yugo español, cansados de responder a la corona y cansados de ser maltratados.
Un grupo de pensadores, guerreros y guerreras y personajes que se despertaron para declarar a Quito como: “Luz de América”.
Cuenta la historia que la noche del 9 de agosto de 1809, un grupo de personas integrantes de la sociedad criolla de Quito se reunió en la casa de Manuela Cañizares, esa madrugada, ante la falta de disposición de algunos presentes, Manuela Cañizares les dijo: “¡Cobardes hombres nacidos para la servidumbre ¿De qué tenéis miedo? ¡No hay tiempo que perder…!”.
Así se conformó la Junta Soberana de Gobierno que tuvo como autoridades principales al Marqués de Selva Alegre, Juan Pío Montúfar -y al obispo José Cuero y Caicedo-, como presidente y vicepresidente respectivamente. El 10 de agosto de 1809 fue destituido el presidente de la Real Audiencia de Quito, Manuel Urriez Conde Ruiz de Castilla, instalándose una Junta Soberana de Gobierno.
En la toma de esta decisión estuvieron el obispo José Cuero y Caicedo (vicepresidente), además Juan de Dios Morales, secretario del despachos del Interior; Manuel Quiroga , de Gracia y Justicia y Juan Larrea, de Hacienda, además de ciudadanos, quienes lucharon por terminar finalmente con el yugo español.
Tras la llegada de tropas militares de Quito y Guayaquil, el Conde Ruíz de Castilla disolvió la Junta de Gobierno y ordenó la persecución y captura de quienes integraron el cónclave revolucionario.
Un año después, exactamente el 2 de agosto de 1810, soldados y simpatizantes de la mencionada Junta ingresaron al cuartel militar en búsqueda de los presos. Este hecho originó la matanza de todos los insurrectos, en la denominada Matanza de agosto. Según los historiadores y conocedores de la ciudad, las fuerzas reales españolas habrían asesinado a casi 300 personas, incluidos 40 de los próceres del Primer Grito de la Independencia.
Los intentos independentistas se consumaron al mando del mariscal Antonio José Sucre en la Batalla de Pichincha del 24 de mayo de 1822. Este hecho llevó a la liberación de Quito y aseguró la independencia de los territorios que pertenecían a la Real Audiencia de Quito.
Las mujeres de la libertad
Es indiscutible que Manuela Cañizares jugó un rol fundamental para que hombres y mujeres despierten esa voz libertaria ante las injusticias y la oligarquía española. El hartazgo de ver como seguían sumidos ante una corona que no les pertenecía, profundizó esa fuerza para tomar acciones.
El primer Grito de la Independencia inicia el 9 de agosto de 1809. Ese día en la casa de Manuela Cañizares, ubicada junto a la iglesia del Sagrario, espacio de los pensadores, doctores, marqueses y criollos se reunieron para definir una estrategia para liberarse del yugo español.
Hay varios rostros que representan esa fecha de libertad entre esas la más admirada y recordada Manuela Sáenz, quiteña, nacida en 1795. Hija natural de un aristócrata, y estuvo casada con un inglés. En 1822 conoció al Libertador Simón Bolívar y se enamoró de él. Empezando así una de las historias de amor más intensas en medio de las batallas libertarias. Una de esas veces, lo liberó de la muerte, marcando así la escena más contada de la historia cuando Bolívar salió por su balcón . Por su propio mérito fue coronela del Ejército libertador. Se conoce que murió exiliada y enferma en Paita – Perú en 1856.
Otra de las mujeres fue Rosita Campuzano Cornejo. Destacada patriota ecuatoriana, incorporada a la causa libertadora durante la lucha por la independencia del Perú. Conocida como “La Protectora” y “La Caballeresa del Sol”.
Hay más mujeres pero entre esas valientes también estuvo la “Negra Fernanda”. Se presume que nació en el valle del Chota, posiblemente en 1807. Fue cocinera de Bolívar en Bogotá, le acompañó hasta Santa Marta y lo acompañó en su agonía. Incluso fue la única que presenció la despedida entre Bolívar y Manuela. Vivió más de cien años. Su participación se enmarca para rhonra a los miles de guerrero negros que lucharon anónimamente por la Independencia.
También recordanos a la grande Juana Azurduy, quien nació el 12 de julio de 1780 en Toroca, una población ubicada en el norte de Potosí perteneciente al Virreinato del Río de la Plata (actualmente Bolivia). Hija de Eulalia Bermúdez, una “chola” o mestiza proveniente de Chuquisaca, y de Mate ías Azurduy.
Después de que estallara la revolución independentista de Chuquisaca en 1809 Juana como su esposo se unieron a los ejércitos populares y ayudaron a destituir al gobernador y a formar una junta de gobierno que duraría hasta 1810, cuando las tropas realistas vencieron a los revolucionarios.
Ejemplares mujeres que nos abrieron los caminos para poder conquistar nuevos triunfos, aún falta. Sin embargo, la llama libertaria siempre estará encendida.