Por: Andrés Luna Montalvo.
“El Nacional le gana en Guayaquil a Barcelona y es campeón”, fue la frase que durante décadas repetían los seguidores de “La Máquina Gris” año tras año. La misma que se escuchaba a la inversa en Guayas, pues los dos gigantes del fútbol ecuatoriano debían doblegarse entre sí para sacar la diferencia de puntos necesaria y levantar el trofeo. En 41 años, El Nacional conquistó 13 títulos, 3 más que el Barcelona en el mismo periodo.
Aunque sea una práctica menos común en occidente, pero habitual en los países de la Europa del Este, fueron las Fuerzas Armadas quienes financiaron al poderoso equipo de “los puros criollos” que, a diferencia de los demás clubes de Quito en la segunda mitad del siglo XX, tenía un arraigo nacional, es decir, sus aficionados no estaban localizados únicamente en la capital, sino que “la Gloria del Fútbol” retumbaba en cada rincón de la sierra, la costa y el oriente ecuatoriano. Sus escuelas forjaron a los más importantes cracks del país durante décadas, la selección ecuatoriana estructuraba su columna vertebral en El Nacional y los talentos que destacaban en otros clubes eran ofertados a precios inflados a la administración militar, siempre restringidos a contratar atletas ecuatorianos. No era una limitante, las Fuerzas Armadas igual los compraban, cueste lo que cueste.
En 1997 hubo un punto de quiebre, pues con la inauguración de la Casa Blanca y la administración de Rodrigo Paz, Liga de Quito se metió en la pelea como el cuarto grande del país, rompiendo un tablero repartido entre El Nacional, Barcelona y Emelec. El Nacional siguió con la grandeza característica pero el nuevo modelo económico del fútbol globalizado lo fue limitando en su poder adquisitivo; a los mejores talentos ya nos los compraba el equipo rojo sino las instituciones del exterior. Y si ya el mercado mundial, las exorbitantes cifras que se ofertaban por los deportistas y la masificación de la exportación de futbolistas no había sido suficiente, para 2007 llegó el decreto que eliminó la obligatoriedad de la contribución mensual que todos los miembros de las Fuerzas Armadas aportaban al club. Esto, sumado a infaustas administraciones que desmantelaron a una institución con menos controles del Comando Conjunto, han desembocado en un alma penitente que deambula entre los últimos lugares y el descenso de categoría.
“Los militares se hacen socios por orden de algún superior, pasan las elecciones y nuevamente se desafilian”, lamenta Mauricio Maldonado, socio civil del club, quien propone que esa estructura castrense de obligar a la tropa a participar en elecciones, proveyéndoles de buses para que acudan a una urna que poco y nada les interesa, debe desaparecer. “No puede ser que el Deportivo Quito, en segunda categoría, haya colocado cerca de mil dummies en el estadio y El Nacional no haya llegado a cuarenta”, se lamenta. Y es que El Nacional, con el13,65% de preferencia, siendo la segunda hinchada más numerosa en Pichincha de acuerdo al estudio desarrollado por la Universidad UTE en 2018, necesita un involucramiento más cercano y movilizado de sus seguidores: aportes, asociaturas, actividades colectivas que puedan reformar esa dependencia de las Fuerzas Armadas que fue saludable en su momento, pero ahora, con presupuestos públicos mucho más necesarios en otras áreas, es imprescindible más de la inversión privada que de asignaciones estatales.
El club más laureado en torneos locales de la capital perdió en 2017 su cetro de segundo ganador de más campeonatos nacionales ante Emelec, ahora sus 13 títulos podrían ser superados en poco tiempo por Liga Deportiva Universitaria, que en el mejor momento de su historia ya suma 11. Pero lo peor es que ese glorioso escudo podría desaparecer de la primera división a merced de nuevas corporaciones manejadas en forma de empresa, sin hinchas ni historia, que hoy por hoy pululan en el profesionalismo de nuestro fútbol. El Nacional es patrimonio y gloria del balompié local, es menester de quienes trabajamos por este deporte el cuidar su permanencia y competencia en la Serie A, y hoy más que nunca necesita de la movilización de su numerosa hinchada, esa misma que celebró en cada rincón del país los trofeos que lo convirtieron en dos veces tri campeón del fútbol ecuatoriano.