Por: Andrés Luna Montalvo.
Los principales clubes del mundo, todos europeos, amenazaron con no prestar a sus futbolistas para el llamado de las selecciones sudamericanas a cumplir, el 25 y 26 de marzo, con las fechas 5 y 6 de las Clasificatorias al Mundial. Al regresar, en el caso de no volver contagiados con el virus, deberían guardar cuarentena obligatoria de al menos 10 días como protocolo de prevención. La FIFA hizo caso de la oportuna advertencia y las dos jornadas han quedado suspendidas. Europa tiene una política de alerta ante el Covid-19 muy rígida y más aún cuando existen nuevas cepas, como la británica o la brasileña, que amenazan constantemente con colapsar otra vez el sistema sanitario. Sudamérica no ha considerado siquiera planes de contingencia para este tipo.
Pero existieron alternativas para jugar las dos jornadas comprometidas en este marzo. La primera era hacerlo sin futbolistas provenientes de Europa, posibilidad que fue evaluada y aceptada por varias Federaciones y Asociaciones, siempre con el propósito que sacar un rédito deportivo y a largo plazo económico. La misma Argentina no habría negado la opción de jugar sin sus refuerzos de Inglaterra, España o Alemania, países donde sí tiene su columna vertebral la selección de Brasil, su rival en la Fecha 6. La segunda alternativa era llevarse los partidos hasta Europa, donde tampoco hubo consenso, pues a diferencia del viejo continente, en Sudamérica pesan las localías por factores geográficos y climáticos decisivos a la hora de la competencia. Ecuador no contempló siquiera la alternativa de jugar ante Chile, rival directo, sin el beneficio de la altitud de Quito.
La tercera y más sensata fue suspender, ¿la Conmebol definitivamente no tiene la capacidad para estar a la altura de las grandes competencias?, ¿es el hijo bobo de la FIFA al que todo quieren resolverle llevándoselo a Europa? El peor precedente fue la final de la Copa Libertadores de América 2018, donde ante la incapacidad de contener la violencia, terminaron llevando la mal llamada “final del mundo” a Madrid. La Libertadores y la Copa Sudamericana, que sí son propiedad de la Conmebol, se han visto revestidas de peligrosos contagios que se cuentan por cientos, como aquellos del Grupo A de la edición 2020, donde el Flamengo superó la treintena de enfermos propagando la cepa por Colombia y Ecuador, donde la replicaron Junior, Independiente del Valle y Barcelona.
La semifinal de la Copa Sudamericana fue quizás otra de las peores experiencias. Defensa y Justicia, con Covid-19 como parte de su delegación, no pudo ingresar a Chile por prohibición gubernamental. Sin siquiera contemplar la opción de postergar el partido hasta que el problema sanitario del club implicado se resuelva, se llevaron la localía del Coquimbo Unido cinco días después hasta Paraguay, en un mensaje de absoluta indiferencia a la letalidad del virus. Las medidas restrictivas en los países más importantes de Europa ayudan a comprender fácilmente que bajo las condiciones que presenta Sudamérica, las Eliminatorias, como las queríamos y estamos acostumbrados, son inviables. Conmebol sigue siendo mirada por encima del hombro y quizás no sean los únicos responsables de esto, pues son nada más que el reflejo de un pedazo de continente que, sin ser el origen, se convirtió en el epicentro de la pandemia.