Editorial de Radio Pichincha
Hay demasiada plata en ciertas campañas electorales. Mucha. Desbordante. Una exhibición de derroche, de puro derroche. En particular de una que nos ha inundado las ciudades, los barrios, los pueblos y hasta en la privacidad de nuestras cuentas de redes sociales y de páginas web.
Y, por si fuera poco, en varios de los mensajes y spots no solo que se falsea la realidad, los datos y se instala un relato bastante ofensivo, sino que además nos están vendiendo la idea que aquí todo se resuelve a bala, como si estuviésemos en una guerra, donde algunos traficantes de armas y municiones se frotan las manos con los contratos y negocios que se avecinan.
En otras palabras, nos han creado un problema, el de la violencia criminal y hasta cierto punto de terror, para ahora salirnos con la solución, cara, violenta también y que no escatima recursos. Es como si quien nos vende la casa la hizo con malos materiales, con fallas estructurales y luego viene con la oferta de arreglarnos a bajo precio o con la venta de seguros para desastres.
¿No fue así como nos vendió su supuesto plan de gobierno don Guillermo? ¿No fue él quien dijo que teníamos un alto riesgo de salir de la dolarización, de que los jóvenes no tuvieran opción de estudiar en la universidad, de que el endeudamiento era demasiado alto y por todo ello tenía la varita mágica con todo lo que nunca pudo ni quiso hacer? Todavía está fresca en nuestra memoria esa campaña millonaria que inundaba de regalos, de comida, de jabones, detergentes y shampoo en algunas iglesias que se prestaron para esa farsa.
Pues ahora estamos en el mismo escenario y quizá tenemos la gran ocasión de revisar nuestra memoria y nuestra conciencia para definir y elegir con mejor racionalidad y no por el impacto de millones de afiches y banderines colgados por todo lado. Incluso, han tenido la osadía de meterse en los barrios con regalos que insultan nuestra dignidad.
Si aquel dicho que dice que el ser humano es el único animal que tropieza dos veces en la misma piedra ahora tiene sentido, pues deberíamos conversar en nuestras familias y reflexionar con mayores y mejores elementos porque definitivamente un error más no nos garantiza que al menos la vida de los más humildes, de los desprotegidos se pueda atender desde el Estado. PUNTO