Un año después del deslave en Alausí, Radio Pichincha volvió a este cantón de Chimborazo, para repasar las historias de sus habitantes, quienes dicen que fueron olvidados por las autoridades.
Hablar de Alausí es pensar en Gissela, en Kléber, en José y en Rosario, en Dora y en muchos más que perdieron algo o a alguien en el deslave del domingo 26 de marzo de 2023. Es también reconocer el olvido, las promesas incumplidas, los sueños, los recuerdos y la resistencia.
Llegamos a Alausí el 22 de marzo de este 2024. Son las 08:10, en el trayecto, los comuneros improvisaron un peaje y cobran un dólar a los transeúntes que cruzan por una variante asfaltada recientemente, paralela a la carretera E-35, que se quebró en dos por el deslave.
Este cantón de la Sierra ecuatoriana se ubica en la provincia de Chimborazo, a 160 kilómetros de Quito, y tiene un aproximado de 50 mil habitantes.
Es viernes, hay poco movimiento en el centro de Alausí, donde funciona el Municipio, el Cuerpo de Bomberos, agencias bancarias, hoteles y un ferrocarril desuso desde mayo de 2020. La calle Eloy Alfaro- que lleva el nombre del expresidente que culminó la construcción del Ferrocarril en junio de 1908- nos lleva a la zona cero del alud.
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En el camino llama la atención el color de las viviendas, los negocios y otros inmuebles que se adornaron en el auge del Ferrocarril, que fue rehabilitado en 2011, durante el gobierno del expresidente Rafael Correa.
Uno de estos negocios es de Kléber Arellano, artesano y guía de turista. Durante 15 años ha plasmado la historia de Alausí en trenes de madera de todos los tamaños, colores y precios. Él vive a pocos metros de la zona cero, en el sector del «puente negro»- un puente por donde pasaban los vagones del tren-.
«A raíz del deslave, la gente tiene miedo, porque piensa que la montaña sigue activa. Pero nosotros pensamos que ya no. Nosotros queremos demostrar que no estamos quebrados, que no estamos enterrados. Queremos ofrecer a la gente nuestro trabajo, que vean que estamos de pie», dice.
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Continuamos el trayecto. En menos de cinco minutos llegamos al epicentro del dolor. Una montaña de tierra, inclinada y con hierba mala, nos recibe a lo lejos. Debajo de esa masa de tierra están los restos de 10 personas que jamás fueron encontradas. Debajo de esos escombros, 75 personas fueron sacadas sin vida.
El deslave del 26M afectó al sector Casual y los barrios: La Esperanza, Control Norte, Bua, Nuevo Alausí y Pircapamba, que equivalen a 24.3 hectáreas de daños, que representan dos estadios de fútbol profesional. El desastre también dejó 800 personas damnificadas, 225 afectados y 44 habitantes heridos. Además, destruyó 57 viviendas y dañó otras 104.
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Nos adentramos a las pocas casas que quedan del barrio Nuevo Alausí- nombre que ya existía antes del deslave. Hay mucho silencio, donde hace un año había muchos ruidos. Hay sosiego y quietud donde ayer había caos.
Cruzando un puente de asfalto con pasamanos de madera, observamos a dos personas de la tercera edad, que suben y bajan unas gradas también de madera. Son José y Rosario- esposos-. Hace pocos días regresaron a su casa, que tuvieron que abandonar luego de la tragedia. Cargan costales con ropa, trastes y hasta las partes de una cama. Se ven felices, nostálgicos.
«Estamos fregados. Los arriendos estaban muy caros. No hay quien ayude. Juntando basuritas tenemos que recoger plata para pagar el arriendo, pero ahorita estamos ya en nuestra casita», comenta José con indignación. Ambos arrendaban, pagando 120 dólares mensuales, en otro sector de Alausí, antes de volver a su hogar.
«Estoy tranquila en mi casita. Tengo esperanza. Como sea, tenemos que estar en nuestra casita. No tenemos a nadie que nos ayude en nada. Las autoridades no ayudan en nada», lamenta Rosario, entre lágrimas.
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Las calles cortas e inertes nos conducen a otra vivienda de la que sale un ruido, que parecen golpes con martillo. Con recelo, Dora Ulloa y su hijo Juan Carlos- quien tiene un cierto grado de discapacidad- abren una puerta blanca de metal. Saludamos.
Dora y Juan Carlos regresaron a su casa tres meses después del deslave, a pesar del miedo. Dora comenta que vive del reciclaje y la chatarra- al igual que José y Rosario- pues no tienen un empleo formal y no pueden pagar un arriendo en otro sitio. A pesar de las circunstancias, sonríen.
«Para regresar a vivir aquí pusimos las paredes que se cayeron y las chapas que se robaron. Del lado de aquí, para allá- a su derecha- había familias, casas, todo. El día del deslave salimos en ropa de dormir, al centro. Pasamos dos días buscando unos cuartitos para arrendar. Es muy triste recordar esa fecha», relata.
-¿Tiene miedo de que un nuevo deslave? «Ya no. Lo que tuvo que bajarse ya se bajó, no se ha de bajar más», responde Dora.
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En el barrio Nuevo Alausí, al que han regresado 5 familias, no hay luz, el servicio no se logró restablecer desde hace un año. Aunque sí hay agua.
Detrás de la casa de Dora está la montaña caída. Miles de metros de tierra irregular, con hierba seca y maleza por donde caminan perros en busca de comida. Todo el terreno conforma un polígono, comprendido por los cinco barrios. En los últimos meses, hubo pequeños movimientos de tierra milimétricos, según explica Nelson Guamán, coordinador zonal 3 de la Secretaría Nacional de Gestión de Riesgos.
El coordinador detalla que la mesa técnica interinstitucional se volvió a instalar hace pocos meses. El grupo está conformado por el Instituto de Investigación Geológica, el Ministerio de Vivienda, el Ministerio de Inclusión Económica y Social, la Alcaldía de Alausí y la Gobernación de Chimborazo.
En la mesa se reanudaron tres proyectos: uno que comprende todo lo relacionado con la zona cero; un segundo proyecto sobre la vía alterna, que abrieron los habitantes para el tránsito vehicular; y un tercer proyecto que analiza el estado de la vía E- 35. El polígono se encuentra en alerta naranja y es inhabitable, aclara Nelson Guamán.
Hace un año, cuando llegamos al barrio Bua, parte de la zona cero, conocimos a Gissela Montesdeoca. Eran cerca de las 09:00 del lunes 27 de marzo de 2023, cuando-en medio del llanto y la desesperación- contó que en los escombros estaba su pequeña hija, su padre, su hermana y su sobrina. Todos murieron.
Son las 17:00, Gissela nos lleva al puente negro, desde donde mira una panorámica de todo lo que fue y ahora no es más. En el camino nos dice que de vez en cuando riega flores en el sitio donde sus familiares quedaron enterrados. Para no olvidarlos, dice.
-¿De dónde saca las fuerzas para seguir? ¿Cómo se sigue después de esto?, le consultamos.
“Es difícil decirle que estoy bien. Tengo que sacar fuerzas de donde sea, pero en realidad los días son muy duros. Es muy difícil recuperarse. Aprenderemos a vivir con el dolor, pero jamás nos recuperaremos de una pérdida humana(…)», responde y nos despedimos de la zona cero.
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Tras el alud, el expresidente Guillermo Lasso prometió construir 600 viviendas, para las familias afectadas, y destinar 8 millones de dólares, para la reconstrucción de Alausí. También se comprometió a remediar la E-35, a terminar el hospital de este cantón, pero nada de eso cumplió. Lasso terminó su mandato en noviembre de 2023, luego de la muerte cruzada.
El alcalde del cantón, Remigio Roldán, revela que tras el deslave, muchos alauseños decidieron dejar la ciudad. Esto nos dijo un día antes de viajar a Alausí. Roldán fue a la Asamblea, para exigir al Ejecutivo de transición del presidente Daniel Noboa, que cumpla con lo ofrecido por Lasso. Indignado, alerta que si no se concreta lo ofrecido, el cantón se movilizará de manera pacífica.
«Hemos tenido un alto porcentaje de migración. Han tenido que dejar la ciudad, su cantón, su provincia, el país. Ahorita somos un pueblo sensible, un pueblo enfurecido, porque los presidentes, los ministros van, ofrecen y no cumplen», resaltá.
El alcalde adelanta que el 28 de marzo, el Ministerio de Vivienda colocará la primera piedra, para la construcción de 57 casas. Además, avizora una posible reapertura del ferrocarril, a través de un convenio interinstitucional con el Ministerio de Transporte y Obras Públicas.
Son más de las 18:00, la noche llega. A pesar de ser viernes, no hay mucho movimiento. Alausí todavía duele. Con la noche, llega nuestra despedida. Digo nuestra, porque somos tres, quienes integramos el equipo periodístico.
Nos marchamos de Alausí. De su gente, de sus calles, aunque calladas, vivas. Con negocios esperando turistas, con un ferrocarril restaurado por los mismos moradores, que anhela volver a ver recorrer la ruta más difícil del mundo. Decimos adiós a un cantón que no se ha rendido, ni piensa hacerlo.
Mira el reportaje: Alausí: un año de olvido.