Editorial de Radio Pichincha
Cuando empezaron los apagones, tuvimos una gran declaración del presidente Daniel Noboa. En el mejor estilo de campaña electoral nos dijo que frente a esta realidad, las planillas de luz, del mes de abril, se cobrarían con un 50% de descuento. En otras palabras, nos daba la mitad del regalo y con ello, supuestamente, nos compensaría el impacto de esos cortes de luz.
Pero ya terminamos el mes de mayo y las quejas de que las planillas, en vez de reducirse, se han multiplicado por X valor, en algunos casos por el doble y en otras hasta por diez.
Ayer, por ejemplo, en las oficinas de la Corporación Nacional de Electricidad (CNEL) se multiplicaron los reclamos por el alza de las planillas de luz. Y no solo esto: el trámite para procesar la queja toma más de una hora y las filas se incrementan con el paso de las horas. Los usuarios del servicio denuncian irregularidades por mala lectura del medidor o un incremento de las planillas de luz, que se elevaron incluso hasta 10 veces más de lo habitual.
¿Qué hacemos con todo eso? ¿Nos quejamos? ¿Ante quién? ¿Al ministro encargado que ha dado la cara de las malas noticias?
Las promesas, promesas son, tendríamos que decir. Nos han engañado, como si fuésemos infantes con cierto nivel de retraso mental o con un síndrome de alguna deficiencia.
Y como una promesa incumplida se suma a la otra y a la otra, más la otra, entonces parecería que tenemos que conformarnos o sentirnos engañados por siempre, sin derecho al reclamo ni al pataleo.
En qué mundo estaremos que hay un descaro tremendo y “aquí no ha pasado nada”.
Que no nos sorprenda que mañana nos ofrezcan no subir los combustibles, no pagar los sueldos o que vamos a ganar la Copa América y aplaudiremos, nos ilusionemos y cuando nos incumplan veamos para otro lado. PUNTO