Esta parroquia, de Quito, se asentó en lo que fueran las haciendas Eloísa y Carretas.
La Invasión, como coloquialmente se conoce a la zona 11 del Comité del Pueblo al norte de Quito, es ahora un reino silencioso. La incendiada vivienda de Nelly Pastora, líder de un grupo de microtráfico, está rodeada de locales cerrados. Una panadería y un local de pizzas no volverán abrir: sus dueños se marcharon.
Vecinos, mendigos, adictos y peatones apuran el paso frente a la vivienda, impactada por una bomba molotov arrojada por los habitantes de la parroquia cansados de tantos robos y asaltos. El hecho dejó un muerto y un herido, según los balances policiales.
Un patrullero con dos oficiales resguarda el lugar. “¿Cómo va todo?”, pregunto desde un costado. “Buenos días mi don”, contesta un policía algo aletargado: “hasta ahora sin novedad, pero no sé por cuánto”.
El pesimismo del policía está más que justificado. La violencia escribió desde el principio la historia de este barrio. Así se señala en un artículo de Diario El Telégrafo de 2015, “el origen de este sector se ubica en la reivindicación de las luchas populares que florecieron en Quito entre los 60 y 80.
Una historia de lucha y violencia
El Comité del Pueblo se asentó en lo que fueran las haciendas Eloísa y Carretas. La calle principal llamada Jorge Garcés es una columna vertebral de 12 kilómetros.
El sector se levantó gracias al trabajo de moradores, que trajeron piedras y materiales desde la quebrada de La Bota, otro sector, tan o más deprimido que El Comité.
Para 2015 vivían en El Comité del Pueblo más de 50 mil personas, muchos oriundos del norte del Ecuador como de la Sierra Centro, además de ciudadanos venezolanos, colombianos y haitianos, que paulatinamente fueron convirtiendo al lugar en un hormiguero amplificado.
En 2012 se planteó la idea de crear un bulevar a lo largo de la calle Jorge Garcés. Esa propuesta duerme debajo de cajas y cajas de fideos, muñecos transformers, verduras, cortaúñas, filtros de café, tequeños y camisetas de Cristiano Ronaldo, como miles de otras mercancías, que se ofrecen las 24 horas. Sin embargo, lo que más se vende es droga: marihuana, coca y ‘bazuco’.
Para el poeta Agustín Guambo, escritor que nació y vivió en el Comité del Pueblo, lo ocurrido el pasado domingo era algo absolutamente previsible.
“En el lugar abundan los espacios de venta de droga, que son como bodegas para todo el norte de la ciudad. Antes la Policía llegaba y se llevaba a los expendedores, pero poco después, se los volvía a ver en el barrio”.
Las ventas informales entorpecen la acción policial. Al momento de los operativos, la droga pasa de mano hasta terminar entremezclada en un costal o una canasta con alimentos. Además, de fuente oficial, no se descarta la presencia de bandas organizadas en la zona.
El microtráfico es “el negocio”. Solo en la zona 1, esta actividad mueve hasta 3 millones de dólares anuales, no se cuenta con una cifra unificada de toda la parroquia, pero es uno de los barrios de expendio de estupefacientes más importantes de la capital y del país.
Microtráfico por doquier
Carolina Andrade, secretaria de Seguridad del Municipio de Quito, afirmó en Radio Pichincha, que se trabaja en la recuperación de la UPC de la zona 1 o Mirador Tres. Mientras, a la par, la Policía continúa con las investigaciones de los hechos en la zona 11. “Por lo pronto ya se han colocado algunas cámaras de vigilancia, para mañana se tiene previsto una minga con la comunidad”.
A pesar de las acciones, el Comité del Pueblo es todavía una bomba de tiempo. La violencia podría estar a una chispa de distancia.
Autor: Juan Carlos Cabezas