Por Andrés Luna Montalvo
Entre el 2013 y el 2017 los medios incautados de Ecuador, Gamavisión y Telecentro, compraron los derechos de transmisión del Campeonato Ecuatoriano de Fútbol. El monto, velado por las confidencialidades, se estimaría en unos 80 millones de dólares. Cuando el Estado, o mejor, el Gobierno apuesta sus capitales en este tipo de productos, se pueden deducir varias pretensiones: propaganda dentro del circo que significa un campeonato profesional, masificación de un evento de interés público que podría volverse exclusivo de las élites que lo pagarían, o populismo en una nueva tarima de las tantas que copta el poder. Puede ser todo eso y más, pero, sobre todo, no un negocio rentable.
A partir del 2018 la empresa uruguayo-estadounidense Tenfield, compró los derechos del mismo torneo por una cifra que bordeaba los 120 millones. Es dinero privado y por ahora, como reclaman los dirigentes de los clubes, todo indica que tampoco es un buen negocio para el canal, que mantiene millonarias deudas acarreadas desde el 2020. Pero ese es otro tema y Francisco Casal, propietario de la empresa, junto a sus socios, sabrán valorar dónde y cómo invierten, ganan o dilapidan su dinero.
El patrimonio estatal, sagrado en cada centavo, no puede despilfarrase ni entrar en dinámicas comerciales que podrían perjudicar a las entidades públicas y a la misma sociedad. En cuanto al deporte, el Estado debe alentar a las disciplinas y a deportistas que están desprovistos del apoyo del capital privado, es decir, casi todo el circuito que está fuera del fútbol profesional masculino. Y no se trata de auspicios solamente, sino gestión administrativa, facilidad de trámites y visibilizar sus sacrificios y conquistas.
Un medio público persigue aquello, distanciarse de lo comercial o lo fatuo, profundizar en los problemas y darles relevancia a los hechos ignorados por no ser “lucrativos”. Acercarse a atletas que entrenan sin un solo micrófono ni cámara de fotos a su alrededor, a los clubes deportivos que se financian con autogestión para que los deportistas puedan viajar a eventos que no tienen cabida en medios corporativos; incluso acompañar a los padres que invierten particularmente para cumplir el sueño de sus hijos de competir en la disciplina de la que desde niños se enamoraron.
Revelar el paraguas político y no solo espectacular del deporte es tarea del medio público, rescatar la parte artística vinculada a la competencia también. Estudiar diferentes disciplinas incomprendidas por una sociedad a la que el menú solo le oferta fútbol es otra de las asignaturas. Recuperar la memoria y no dejarse avasallar por la inmediatez de la coyuntura. Un medio público, como se explica, tiene sus propias formas y matices, sus particulares relatos y claras distancias con sus contrapartes. Ahí ha llegado Radio Pichincha, que este 2023 cumple 10 años intentando cada día sobrevivir como un verdadero medio público, que ha colocado al deporte en el sitio que le corresponde, no como “opio del pueblo”, sino como un puente entretenido de conectar a la gente con la realidad.