Editorial de Radio Pichincha
En cualquier manual de ética de fiscales, jueces o los operadores de un sistema judicial reza que se habla con las acciones, que sobran las explicaciones y hasta las elucubraciones. Mucho más: jugar con los tiempos políticos, con las frases y las indirectas, con los lugares comunes, da qué pensar.
Y, por si fuera poco, se juega con una supuesta humildad: “Aquí no cuentan las personas, solo cuentan las instituciones”. Pero apenas se la nombra, bien sea por sus errores personales, vanidades o por un pasado algo oscuro, de inmediato sale el comunicado de LA INSTITUCIÓN.
Qué difícil es entender tanto protagonismo: entrevistas a la carta, con periodistas de alquiler, con preguntas pactadas, con exclamaciones forzadas de sorpresa o risitas fingidas. Y qué decir de vallas en las carreteras con la imagen de la persona, no de la institución.
¿A dónde vamos a parar con este alarde de show mediático y político? ¿Acaso los jueces y fiscales resuelven y administran justicia en los sets de televisión?
Posiblemente hay dos explicaciones: no se hace bien el trabajo o están en una lid política para justificar su trabajo (seguramente mal hecho)
Hace poco nomás salió de la escena mediática el presidente de la Corte Nacional de Justicia. Y ya sabemos dónde quedó su prestigio tras esos intensos años de acción política antes que judicial. Pero no es el único ejemplo.
Por más que hagamos diez mil consultas el sistema judicial solo será una verdadera institución democrática cuando cumpla su trabajo a cabalidad, con ética, con sentencias justas y con un sentido de responsabilidad histórico. PUNTO