Punto Noticias. No hablaré con Jorge Luis Cáceres, (Quito, 1982). Es mi amigo, pero no le llamaré. Estoy escribiendo una reseña sobre el último de sus libros “El peso interior” (Editorial El Conejo, Quito, 2023) y tengo miedo. Sospecho que si le timbro al celular contestará el demonio y no estoy para diálogos con Lucifer. Hoy no.
“Después de seis años vuelvo a publicar un libro de cuentos”, escribió en Facebook, el abogado y escritor, como una forma de anunciarle al mundo que acaba de terminar un libro. El propio autor escribió en redes, que esta obra ha sido fruto de largas horas y horas de escritura y reescritura, todas en soledad hasta dar con la voz narrativa. En la obra, dice en redes, se muestra el horror dentro de la vida cotidiana en ocho cuentos.
Todo bien. Cáceres es un autor quiteño escribiendo de terror. Si hiciera un símil con un licor diría que “el peso interior” sabe a una copa de ajenjo aderezada con Pájaro Azul. Es un libro que en las manos vibra mientras se pasea por las frases, un libro que sobre la mesa se cierra como un ataúd polvoriento.
Pienso en Drácula de Francis Ford Copola cuando leo el primer cuento: “El vampiro de las Torres de Almagro”, luego y a medida que avanza la lectura, me remite a “Tinta Roja” de Alberto Fuguet, finalmente, revive mi época de periodista de a pie, esa etapa en la que era un ser repleto de pasos y párrafos.
Antes de pasar al texto que le dio nombre a la obra pienso en esto: seis años escribiendo un libro. Dos habría sido suficiente, pero ¡seis!, implica que pasó macerando en barricas de roble o en su cabeza, mientras trabajaba en asuntos legales o esperaba a sus hijos fuera del colegio. Apenas emprendí la lectura de “el peso interior”, sentí el cine de Alex de la Iglesia, que se reflejaba en esa capacidad para darle una corporeidad al mal. Sentí las babas del diablo manchando mis lentes y me asusté y lo envidié: me habría gustado escribir ese cuento ríspido y hermoso. Terminé el libro buscando explicaciones sobre cómo el mal se acomoda al cuerpo de este abogado quiteño. Hoy decidí escribir esta reseña y la llevé al corazón de la Internet. Seguro algún día la leerá y me llamará, si eso ocurre al quinto replique le diré “aló”, muy lentamente.