Por: Andrés Luna Montalvo.
En noviembre de 2018, Mushuc Runa inauguró un estadio comunitario en Echaleche, infraestructura de 8200 espectadores que se construyó en ejemplares mingas que reunieron a comunidades indígenas del centro del país, acostumbrados ya a tener un club deportivo propio en primera división. A ese estadio llegó el capitán de la selección argentina, Juan Pablo Sorín, quien se confesó en redes sociales como hincha de Mushuc Runa luego de que la historia del club indígena de Ecuador se hiciera internacional tras la clasificación a la Copa Sudamericana de 2019.
Echaleche aún no tiene iluminación artificial, a decir de Chango porque “la comunidad de Pilahuin no cuenta todavía con trifásica”, un sistema articulado de energía eléctrica. Tampoco lo tuvo el estadio de Aucas desde 1994, cuando se inauguró, hasta 2016, cuando el alcalde de Quito, Mauricio Rodas, construyó bajo su administración las torres que, luego de 22 años, le permitieron al Aucas disputar partidos en horario nocturno. Lo de las luminarias, detalle que parecería insignificante en un país acostumbrado a mirar a todas horas fútbol profesional, se convierte en un detalle de controversia cuando ni Barcelona ni Emelec, los dos grandes de Guayaquil, van a jugar a ese escenario.
Los 14 restante equipos que conforman la Liga Pro condenan la decisión, pero sobre todo la actitud, pues ninguno de los clubes del astillero ha mostrado una voluntad manifiesta de querer llegar al páramo de 3250 metros de altitud donde Mushuc Runa ha sentado sus raíces, todo esto bajo el argumento de que deberían jugar en horario nocturno por intereses de la televisión, criterio inexistente al momento en que la propia Liga Deportiva Universitaria, segundo club más popular del país, jugó a las 14:30 en ese mismo estadio.
Mucho le ha costado a Ecuador hacer respetar en Conmebol su voluntad de jugar en Quito, a 2800 metros sobre el nivel del mar, las Clasificatorias al Mundial de Fútbol, tras una secuencia de arremetidas fraguadas históricamente desde Brasil, Argentina y Uruguay para que esto no suceda. Con la misma lógica debe defenderse la universalidad del fútbol, empezando casa adentro, respetando las localías cualesquiera que fueran, y teniendo un ente organizador que imparta justicia sin acuerdos políticos de por medio. Por ahora, en razón del partido jugado el viernes 16 de abril en el Estadio Bellavista de Ambato, nada de esto sucede.