Editorial de Radio Pichincha
La soberanía de una nación no solo es el mapa geográfico. No se trata de que si una fuerza militar extranjera ingresa a otro territorio se viola la soberanía. Eso sería ya un asunto grave en sí mismo, como ahora ocurre con Perú o como hizo Álvaro Uribe en marzo de 2008.
Se viola la soberanía, se atenta contra la institucionalidad de un Estado cuando un representante de un país se inmiscuye en los asuntos internos de otro país. Y eso ha hecho el embajador estadounidense al pronunciarse sobre un tema delicado, bastante complejo y polémico, en el cual NO TIENE NADA QUE VER NI HACER ESTADOS UNIDOS.
Nos referimos a la defensa que ha hecho ese diplomático con la abogada Diana Salazar, cuya tesis habría sido plagiada, tal como lo indicaron los expertos la semana pasada en el Consejo de Participación Ciudadana. Claro, solo se entiende esa defensa si, de ser cierto, la abogada Salazar es más empleada de las agencias estadounidenses, del Gobierno de América del Norte o de ciertos aparatos de penetración política e ideológica. Y si eso es cierto, la defensa adquiere todo el sentido. Y de ser cierto, entonces deberían ser más transparente y decirnos a todos y todas que defienden a una de sus empleadas o cuadros políticos judiciales.
Porque el mismo embajador saltaría hasta los techos si la embajadora Ivonne Baki dijera, por ejemplo, que es una barbaridad, un crimen de lesa humanidad, lo que hace Washington con Ucrania o lo que hace con Julian Assange. Las dos cosas son ciertas, pero a EE.UU. no le gustaría que una embajadora en Washington diga algo así. O que los tiroteos en colegios y universidades son una aberración de un sistema político y jurídico obsoleto…
Y más vergonzoso es que el Canciller, la Cancillería y don Guillermo se queden callados, como estatuas de piedra, cuando son los responsables directos de defender la soberanía, de exigir respeto a nuestra institucionalidad y de no dejar que ninguna otra nación se inmiscuya en nuestros asuntos internos, por más complejos o dolorosos que sean. Pero ya sabemos que empezando por don Guillermo, la sumisión y obsecuencia al Gobierno de Biden es absoluta, casi crónica o enfermiza.
No lo decimos nosotros, hasta el mercenario que ahora quiere ser presidente lo ha confesado. No pudo hacerse del cargo de secretario de Seguridad, porque don Guillermo tuvo que consultar primero a la embajada.
Y más grave aún es que la abogada Diana Salazar vaya a una embajada a pedir apoyo y apapachos para justificar algo que cada día apesta más y que la coloca en el lugar que le corresponde en la historia, en la historia de vergüenza que nació con Lenín Moreno, continuó con Julio César Trujillo y sigue con don Guillermo. PUNTO.