Editorial de Radio Pichincha
Se demoraron más de dos años para determinar la sentencia contra el usurpador de la Contraloría, Pablo Celi. Para otros casos lo resolvieron todo en pocos días. La diferencia es clara tiene una sola explicación: el sistema judicial implementado por Julio César Trujillo y Lenín Moreno tenían mucho que perder y ocultar.
Siempre lo supieron. Entre 2017 y 2020, en Petroecuador, la Contraloría General del Estado y la Secretaría General de la Presidencia de la República funcionó una estructura criminal que estaba liderada por el excontralor Pablo Celi y Pablo Flores, exgerente de la estatal petrolera, seguramente con el consentimiento de Moreno y sus colaboradores cercanos como Juan Sebastián Roldán y María Paula Romo.
Todos esos personajes exigían pagos indebidos a cambio del desvanecimiento de glosas y el cumplimiento de pagos de planillas, correspondientes a contratos suscritos entre Petroecuador y la empresa Nolimit C. A. Y, por lo tanto, la sentencia con una pena de 13 años y cuatro meses de cárcel.
Pero el gran sentenciado, aunque esté muerto, es Julio César Trujillo. Bajo su poder dictatorial, reconocido por él mismo, dejó a Celi en ese cargo sin ninguna justificación legal ni legitimidad jurídica. Y lo hizo con un solo propósito: perseguir a los líderes y militantes de la Revolución Ciudadana que ejercieron cargos hasta el 2017. Violaron todas las normas mínimas, bajo el auspicio y amplificación de la Mafia Mediática, que ahora se silencia y mira para otro lado.
Y, por supuesto, el otro castigo moral es para Lenín Moreno. Él fue el brazo ejecutor de la derecha ecuatoriana, con la participación plena de don Guillermo. Nunca fue para combatir la corrupción, pues ahí queda claro en la sentencia de Celi cómo desde la Presidencia se hizo todo. Claro, la abogada Diana Salazar cuida mucho a quien le dio el cargo y con unos objetivos específicos, a pesar de su poca capacidad para ejercer el cargo de Fiscal General.
De todos modos, la sentencia contra Celi no alcanza para dimensionar todo lo que hicieron desde el 2017 hasta ahora todos esos personajes que se llenaron la boca de luchar contra la corrupción. ¿Qué hará la Fiscalía con los negociados de los allegados y el cuñado de don Guillermo y con el crimen atroz de una de las piezas claves de la conexión con la Mafia Albanesa, el señor Rubén Cherres?
El tiempo es implacable. Más tarde que nunca se conocerá cómo se armó una red de persecución y de corrupción bajo el deleznable discurso de la supuesta pureza política. PUNTO