Editorial de Radio Pichincha
Uno de los males crónicos de la democracia ecuatoriana es el rol que juega el poder legislativo, la Asamblea Nacional, como el espacio de la mayor representación de la voluntad popular.
Y sí. A diferencia del Ejecutivo que no necesariamente llega con el 99% de la aprobación y menos del voto, en la Legislatura está la representación de las diversas fuerzas políticas, con todo lo que ello implica. Y también con las potencialidades que una diversidad puede contribuir al debate público.
Pero, lastimosamente, ya vemos que los asambleístas elegidos, en particular, aquellos que llegan desde esos grupos cargados de odios y con sed de venganza (no siempre claro de qué venganza hablan) están más preocupados por el control de los espacios de poder de la Asamblea antes de proponer qué leyes van a redactar o qué tipo de fiscalización ejercerán desde el primer día.
Incluso, con el método de distribución de escaños queda en evidencia una dispersión, una Asamblea fragmentada y que no dará un giro hacia una gobernabilidad para quien resulte electo como Presidente o Presidenta de la República. Y siendo así, no será nada novedoso que las peleas, las jornadas de discusión estéril y exhibicionismo ruin y mediocre sean la mayor actividad.
Hoy estamos sintiendo el golpe de ese cambio en el método, por parte del nefasto Lenín Moreno y esa mayoría temporal en la Asamblea, que no hizo sino caotizar más un proceso donde efectivamente exista una mejor representación de las mayorías políticas.
Que nadie se sorprenda que el partido de María Paula Romo sea la mayor perturbación con el afán de caotizar nuestra democracia. Que ese mismo partido de su amigo, el ex ministro del Interior de don Guillermo, sea el detonante de una supuesta fiscalización con base al escándalo. Ese mismo partido que ahora se destroza al interior por ver a quién ponen en la Presidencia de la Asamblea. Ese, que no tiene más que vociferar y nada que reflexionar para reencausar al país por el sendero de un republicanismo efectivo.
En fin, no habrá mayorías, de nuevo será el cálculo y, en definitiva, esta transición solo garantizará la impunidad de don Guillermo que se irá como si nada hubiese pasado y con un juicio político suspenso, mientras el país se cae a pedazos. PUNTO