Editorial de Radio Pichincha
El legendario cantante de la banda Pink Floyd no pasa desapercibido en ninguna parte del mundo. Literal: NINGUNA PARTE DEL MUNDO. Y no solo porque su música y sus posturas políticas dejan en claro su calidad artística y su mirada sobre la realidad geopolítica. Sino porque es un gran creador en todos los sentidos, de modo que sus conciertos son una loa a la excelencia, a la producción de calidad y un espectáculo en el mejor sentido de la palabra.
Pero como se ha manifestado en contra de la prisión de Julian Assange, de la contaminación de Chevron y ahora, con mucha más fuerza en estos días, contra el genocidio en Gaza, entonces provoca que esas mentes conservadoras, ultra neoliberales y fascistas se expresen en toda sus identidad y fobias.
Un concierto de Waters en Ecuador tenía una connotación particular. Primero porque este país concedió el asilo político al fundador de WikiLeaks, en la presidencia de Rafael Correa, y fue el deleznable Lenín Moreno quien la quitó, violentado toda norma diplomática y humana, sobre todo. Y cuando el cantante se pronuncia por la liberación de Assange entonces abre de nuevo una discusión que esos neofascistas se encargan de manchar con sus fobias y perversidades.
Lo mismo con el caso Chevron, que mucha gente prefiere olvidarlo, pero la Amazonía no puede dejar de sentir ese impacto del mayor derrame mundial de petróleo, que por esas cosas del dinero y los intereses transnacionales ni Moreno y peor Lasso hicieron algo por defender esa causa.
Lo que no se entiende es que mucha gente que fue al concierto del pasado sábado en el estadio Olímpico Atahualpa, a veces en calidad de novelería, cuando escriben en las redes sociales se dicen anti políticos y también hablan pestes de Assange o de los indígenas a los que también mencionó Waters. Por suerte, para que les quede claro, al arrancar el concierto el mensaje principal, en todas las pantallas fue contundente: “Si eres de los que dicen Me encanta Pink Floyd, pero no soporto la política de Roger harías bien en irte a la mierda o ir al bar este momento”.
Podrán decir lo que quiera, pero la política es un acto humano que atraviesa muchas expresiones artísticas. Lastimosamente se han creado unas falacias de la supuesta apolítica que cree que el disfrute es un asunto ajeno a una condición tan humana como el respirar. Y, por supuesto, aquellos que se hacen pasar por apolíticos y que fueron al concierto ahora han salido a ventilar sus fobias, porque dicen sentirse estafados. Lo cual, a parte de la risa que causa, da tristeza, porque parecería que jamás oyeron sus letras, sus canciones, sus entrevistas y todo lo que ese espectáculo artístico coloca en escena y por lo cual millones de personas lo siguen en todo el mundo.
Al menos, hay que decirlo con claridad, Roger Waters, con el paso de los años, no se ha vendido a los capitales ni a las ONG a las cuales los supuestos artistas de acá o esos periodistas que se decían “progres” si les vaciaron el cerebro, les hipotecaron por siempre sus almas y corazones y ahora se hacen los castos y puros.
Por cierto, si es verdad que superaron los 60 mil espectadores presentes en el Atahualpa, también fue un buen síntoma y un buen espectáculo de cierre de las fiestas de Quito, que al fin recupera ese espíritu de celebración y de sentido popular para una conmemoración que debe abrir otros espacios de discusión de lo que somos en realidad. PUNTO