Editorial de Radio Pichincha
Hay un asambleísta oficialista, supuesto periodista, con afanes fascistas y bien financiado por ciertos banqueros que debe estar muy preocupado por sus impulsores y auspiciantes, ahora que su Primer Mandatario se reúne con los empresarios chinos, se establecen relaciones comerciales profundas y con grandes expectativas para, supuestamente, las dos partes.
Siempre nos preguntaremos y ahora qué hará ese asambleísta y supuesto periodista con su arsenal de materiales bien ordenados y enlistados desde cierta embajada para estigmatizar y torpedear cualquier iniciativa productiva, comercial y diplomática con el llamado Gigante Asiático.
Pero no solo nos preocupa que a ese ciudadano le quiten su plataforma política desde su militancia en la mafia mediática. Al Ecuador y en particular a los empresarios, grandes y pequeños, medianos y emprendedores de todo tipo, les angustia que un acuerdo de libre comercio con China signifique su sepultura.
No se trata de hacer negocios por hacer negocios, aumentar las importaciones o desarrollar proyectos industriales con preeminencia de las empresas chinas, sino de establecer los marcos claros para que la industria nacional no se perjudique y no tengamos por delante un escenario de pauperización económica para quienes, por años, han sostenido sus negocios.
Nadie duda de la importancia de la globalización con un súper poderoso país que no solo a EEUU y a Europa vende miles de miles de millones de dólares todos los días. La importancia radica en cómo nos sintonizamos desde nuestra condición, desde nuestras debilidades y desde una oportunidad para no volvernos dependientes de un mercado inmenso, que puede proveer desde un tornillo hasta papel higiénico.
Nos dirán que es la gran oportunidad para vender más banano y más camarón. Seguramente sí, pero eso no significa necesariamente más desarrollo para nuestro país. Una economía de escala, del tamaño de la de China, con una tan secundaria como la de Ecuador requiere de una inteligencia particular para negociar, pero parece que eso ni está en la cabeza del Primer Mandatario y menos aún en aquellas fuerzas productivas que se silencian ante el devenir que les depara si se concreta todo lo que se dice podrá comerciar.
Ahora queremos ver a todos los que, desde la xenofobia más aberrante, hablaban pestes de negociar con China, aquellos que por poco pedían una intervención estadounidense para librarnos de la “plaga asiática”.
Ni lo uno ni lo otro. Buenas relaciones con todo, pero con base a un sentido de nación, de responsabilidad con las fuerzas productivas, para la mejor redistribución de la riqueza y para articular un proyecto nacional de desarrollo real y plausible, en las condiciones de una economía globalizada. Pues con China se puede hacer mucho, pero no necesariamente lo único puede ser comerciar y hacer negocios para favorecer a unas ciertas chequeras que ahora se frotan las manos junto al Primer Mandatario. PUNTO