Editorial de Radio Pichincha
Hay varios refranes y máximas alrededor de que todo vuelve a su cauce con “el tiempo y las aguas”. Y ha pasado mucho tiempo y mucha agua desde que el ex encargado, a la fuerza, de la Contraloría, el condenado Pablo Celi actuaba como el “todopoderoso”, el que imponía sanciones, hasta quiso eliminar partidos políticos, desde el poder que le dio el difunto Julio César Trujillo.
Y todo lo que hizo, con la venia del nefasto Lenín Moreno, no era por su cuenta. Era un secreto a voces que “coordinaba” con la fiscal Diana Salazar.
Nada es casual en la vida. Seguramente Celi actuaba como el gran mandamás, porque así protegía sus fechorías y corruptelas. Y, por supuesto, lo hacía sabiendo que con eso compraba impunidad y al amparo de una Fiscal que no era ajena a todos eso casos forjados y manipulados para garantizar la persecución política a los dirigentes y militantes de la Revolución Ciudadana.
Ahora, que ya está condenado, que se encuentra en la fase de apelaciones e impugnaciones de su condena, Celi hace uso de la venganza, al revelar la existencia de mensajes de Whatsapp con Diana Salazar y al mismo tiempo señalar que ella al menos ha cometido los siguientes seis delitos: Calumnias; Uso doloso de su nombre (el de Celi); Detención ilegal; Uso ilegal de recursos públicos; Fraude procesal; y Falso testimonio.
Pero dijo algo que ha resonado, pero la mafia mediática no ha dicho ni pío. Al señalar la existencia de unos chats sobre el Caso Las Torres, Celi dijo:
“Si se iban a usar los chats de mi teléfono, la Fiscal debió desmaterializar también los chats que ella mantenía conmigo. Donde sí existen pedidos específicos”.
Cualquier acucioso ciudadano se pregunta: ¿Qué clase de pedidos específicos le hizo Salazar a Celi? ¿Esto queda ahí y el país sigue como si nada? ¿Hasta dónde ese conglomerado de autoridades de control impuestas bajo el auspicio del nefasto Julio César Trujillo hizo y deshizo de la institucionalidad del país? ¿Solo ahora cuando se pelean los compadres sabremos la verdad de todo esto que durante más de dos años significó el desbarajuste total?
Si algo de vergüenza les queda, las dos personas, super poderosas antes y ahora reveladas en sus triquiñuelas, deben decirle al país qué hicieron desde sus cargos, perjudicando a familias enteras, acabando con la vida privada y profesional de ciudadanos y funcionarios que cumpliendo su deber solo tenían derecho a un debido proceso.
Ahora que tenemos más claridad de esa oscura etapa, la Asamblea, si quiere recuperar algo de dignidad, debería exigir la comparecencia de Celi y Salazar. Así como llevaron a Capaya, con fines proselitistas del denunciólogo Villavicencio, ahora deberían hacer algo que al menos nos ilumine cómo ocurrió la peor persecución de la historia del Ecuador. PUNTO