Editorial de Radio Pichincha
La política, en general, es un asunto de símbolos y de imágenes. Desde siempre ha sido así, pero ahora pesa mucho más por el nivel de conexión digital, audiovisual y mediática de casi todo el mundo.
Y por lo mismo, los mensajes son clave, pero hay otro valor fundamental en la política: la responsabilidad de los mandatarios y autoridades con su propia imagen, de su familia y de sus negocios privados. Es muy difícil colocar a la familia en la vitrina pública. Eso trae muchas secuelas, más sin son los hijos. De eso tenemos muchas experiencias. Unos se creen que por ser el hijo, el hermano, el papá, la hermana, el esposo o la esposa de un político ya tiene el derecho y la autoridad para hacer, decir o hasta mandar dentro de la función pública y el uso de los recursos para, supuestamente, “ayudar” a su pariente en el cargo.
Las esposas de los alcaldes tuvieron (dentro de ese machismo estructural) una tarea para la cual nadie las eligió: dirigir el mal llamado Patronato. Y cuando era alcaldesa la autoridad municipal, su esposo no llenaba ese cargo ni lo ejercía, pues era solo para las esposas, para hacer obras de caridad y para “suavizar” la imagen de su cónyuge.
Como no hemos tenido presidentas, no tenemos la experiencia del ejercicio del esposo en Carondelet y dentro del Ejecutivo. Y de todos los últimos presidentes, son muy contados los casos donde la esposa ha jugado un rol protagónico. Con todo lo bueno y lo malo que ello implica, las esposas son parte de la familia del Presidente, no del Gobierno, del gabinete y menos aún del Estado. Así, al menos, ocurre en casi todo el mundo.
Siempre nos vamos a preguntar: ¿Habrá que regular, mediante ley o normal constitucional, qué límites y alcances tiene el esposo o la esposa del primer funcionario del Estado? ¿Se podrá prohibir, por ejemplo, que los recursos del erario nacional no sean de libre disponibilidad para hacer proselitismo, “filantropía” o caridad pública? ¿Cómo debe actuar la Contraloría con los recursos usados por los familiares del Presidente?
Además, siempre será motivo de polémica la denominación usada para nombrar a la esposa de un presidente. ¿Por qué le llaman PRIMERA DAMA? ¿Hay segunda, tercera o cuarta? ¿En qué norma está escrita esa denominación? ¿A los hijos también habría que llamarlos PRIMEROS HIJOS? ¿Y a la madre y al padre PRIMERA MADRE O PRIMER PADRE?
La razón no pide fuerza, dice un refrán muy antiguo y popular.
Ya es demasiado lo que hacen ciertos ministerios ahora, trasladando a la esposa del Presidente un rol político, institucional y hasta administrativo en lo que solo a esas entidades les toca. PUNTO.