Editorial de Radio Pichincha
Santi fue adoptado por trabajadores de la Presidencia de la República. Sin tener estatus presidencial ni fuero de corte permaneció ahí y es una fuente muy confiable de cómo se mueven las principales figuras en ese espacio de poder. Pero a las actuales autoridades no les gustó ni su raza, ni su pedigrí y menos su carácter. Dijeron que lo sacaron del edificio “porque no es una buena imagen para el lugar”.
Estamos hablando de un perro, de un animal pacífico, amable, que algunos lo vieron sin recelo. Al contrario, se ganó el cariño de la gente que lo mimaba.
Y aunque digan que las comparaciones son odiosas, parecería que todo lo que se vive en Ecuador en los últimos días es una gran paradoja y nos obliga a pensar en que nada es casualidad. Incluso, sirve para apelar al buen humor y a la naturaleza propia de la llamada “sal quiteña”. Pero también es cierto que lo hecho con Santi muestra cuán sensibles y tolerantes son los habitantes de Carondelet.
¿Acaso ya nos olvidamos que son de tal nivel humano que cercan la Plaza Grande para evitar que los ecuatorianos protesten o expresen sus afectos y desafectos ante la Presidencia? ¿No fueron los mismos que “limpiaron” de mendigos la Plaza de San Francisco para que se pueda casar en paz el hijo del Vicepresidente?
Apelar al buen humor también ha hecho que desde ayer, decenas de memes y miles de tuits hagan reverencia a Santi y pidan su restitución a Carondelet. Y, de paso, también piden la salida del otro Santi (Guillermo Santiago). Con lo cual queda claro a quién prefieren los ecuatorianos y ecuatorianas. Incluso, si este momento se hiciera una encuesta y se preguntaría a quién prefiere que se quede en Carondelet, no cabe duda que el mimado canino sería el favorito y ganaría de largo.
Es que vivimos momentos de enorme decepción política con don Guillermo que ya hasta es objeto de todo tipo de burlas y de caricaturas muy inteligentes y de gran sentido del humor. Con lo cual, tal como lo han reflexionado los sociológos y politólogos, ya estamos en ese momento que una salida, democrática ante todo, sería una gran válvula de desahogo para un país agobiado por las múltiples crisis. PUNTO