Editorial de Radio Pichincha
La segunda semana de abril ha probado dos cosas puntuales:
1.- La violencia criminal se mueve a sus anchas, no tiene límite y, para sorpresa de un país pacífico por tradición, cuenta con la impunidad de tal magnitud que no importa lo que hagan las mafias pues todo se acentúa y se agrava.
2.- La Secretaría de Seguridad sigue vacante en todos los sentidos y, por tanto, desde el Gobierno no hay perspectiva ni esperanza de dar una respuesta clara. Al contrario, parecería que la inacción es planificada, con todos los actores predispuestos para que todo siga igual, como si la intención de fondo fuese llegar a un estado de conmoción y con eso justificar la llamada Muerte Cruzada para salvar a don Guillermo.
Entonces, como están las cosas, en la práctica es la ciudadanía la que se defiende por su cuenta. Y es verdad que tantos asaltos, amenazas, sicariatos y robos son tantos que la misma Policía no se da abasto. Incluso, ni la presencia militar puede aportar un alivio o un aliciente en las zonas de mayor violencia.
Si a todo ello se añade la violencia verbal con la que actúan los operadores políticos del Gobierno, empezando por el impresentable ya, el insultador a tiempo completo, el presidente de la Comisión de Fiscalización, el supuesto Villavicencio, entonces la polarización se acentúa. Y eso solo tiene una explicación: no quieren dejar el poder, tienen mucho que perder y, como es obvio, han ganado tanto estos dos años con su gestión a favor de ciertos grupos.
Esa polarización ha sido el objetivo permanente de la élites económicas y políticas más conservadoras para impedir un proceso de transformación a favor de las grandes mayorías. Incluso, algunos sectores, aparentemente progresistas, han caído en ese juego al legitimar a la derecha para supuestamente evitar la llegada o el retorno de Rafael Correa. Ya tuvieron para un tipo impresentable como Lenín Moreno y ya sabemos dónde nos dejó. Y con don Guillermo se han dado con la piedra en los dientes, pero no aprenden.
Ya no sabemos dónde va a terminar este nivel de violencia, pero cada día queda más claro que haber intentado “colaborar” con Ucrania en su conflicto con Rusia solo evidencia que hay unos negociados muy gordos, igual que esos contratos urgentes de armas, municiones y bombas lacrimógenas con Israel. ¿Acaso no fue esa la forma de actuar del amigo de don Guillermo, el señor Luque Lecaro, en las empresas públicas?
Si a esto no se le da una salida política, dentro de la institucionalidad y en estricto apego a la Constitución, tendremos nuevos récords de muertes violentas, masacres carcelarias y una ciudadanía atemorizada que solo en la emigración forzada ha encontrado una válvula, que de todos modos resulta también dramática y dolorosa con costes a largo plazo muy profundos en la unidad familiar y en la estructura social más local. PUNTO