Editorial de Radio Pichincha
Tras cerrar un acuerdo con la Conaie, el nefasto Lenín Moreno, su ministra de gobierno María Paula Romo y la fiscal a su servicio, Diana Salazar, iniciaron la persecución más perversa de los últimos años. Esto no quiere decir que la urdida contra Jorge Glas sea menor o de menos intensidad. Pero ese 14 de octubre de 2019 invadieron la privacidad de la prefecta Paola Pabón, allanaron varios domicilios y emprendieron una arremetida policial y judicial sin nombre.
Un acontecimiento así solo puede ser comparado con la época de terror impuesta por León Febres Cordero contra los grupos insurgentes, el movimiento sindical y popular de los años ochenta. Pero esta vez utilizaron dos aparatos políticos sumamente poderosos: el judicial y el mediático. Todo para justificar esa persecución y aniquilar a un adversario político, sin pruebas, sin evidencias y sin una sola garantía para una defensa oportuna.
Bastaría leer el libro presentado ayer por una de las víctimas de esa persecución, el parlamentario andino Virgilio Hernández para entender hasta dónde se activaron todos los dispositivos políticos para lo que constituyó un proceso de Rebelión, rebelión armada, por si fuera poco. También sería bueno ver el documental Sabía que venían por nosotros, donde el registro audiovisual sobre lo que hicieron con Paola Pabón, expresa con mejores elementos para qué y por qué Moreno y Romo, sin dejar de lado a otro nefasto como Juan Sebastián Roldán, quisieron eliminar una opción política sin más pretexto que querían desestabilizar al gobierno, tras un paro que fue protagonizado por la Conaie, para cuyos dirigentes no hubo una sola orden de prisión.
La principal intención era sacar de la prefectura a Paola Pabón, neutralizar a la Revolución Ciudadana que ya había sido proscrita como movimiento en las elecciones seccionales del 2019 y también inyectar miedo del duro en todos sus militantes. Y en parte lo consiguieron. Para eso contaron con un contralor delincuente llamado Pablo Celi.
Pero quienes hicieron el trabajo más sucio, perverso y asqueroso son esos periodistas y medios de comunicación que construyeron una narrativa criminal para inventar delitos, hacer montajes y estigmatizar con mensajes de odio durante largos y amplios espacios con la matriz comunicacional salida de la mente cochambrosa de María Paula Romo. Y son incapaces hasta ahora de reconocer su mayor pecado periodístico: mentir, mentir y mentir todo el tiempo.
Y como la historia pone las cosas en su lugar, hoy por hoy tenemos claro que ese gobierno, como el actual, solo sirvieron para engordar las fortunas de unos pocos, afinar un poder mafioso, muy ligado a los grupos de narcotraficantes, entreteniéndonos perversamente con una persecución infame.
Ahora la historia nos queda más clara: la mafia mediática y política lograron su objetivo que no era otro que impedir que una fuerza política, legítima y con reconocimiento y respaldo popular, retomara la administración del gobierno en el 2021. PUNTO