Editorial de Radio Pichincha
La historia de los debates presidenciales está llena de anécdotas y de pasajes que no han dejado lugar para la ficción. Al contrario, parecería que son definitivos los elementos usados cuando no son precisamente datos, argumentos o propuestas. Frases, clichés o adjetivos han pesado más que toda la racionalidad de un discurso.
Claro, hay ciertos mitos también en todo esto, que no son ajenos al marketing. Y por eso mucha gente se confunde y hasta decide desde la emoción o cierta pasión temporal y hasta efímera, que luego trae consecuencias.
Incluso, hubo debates aburridos y sin condumio que han quedado en el olvido. Desde luego, lo que vino después no tiene sentido recordarlo.
Este domingo será un debate, por primera vez, entre una candidata y un candidato. Ella, Luisa González, llega como ganadora de la primera vuelta, con una ventaja de más de diez puntos de su rival, Daniel Noboa. También los separa diez años de edad de diferencia. Y están en las antípodas del campo ideológico y de extracción social. Incluso, han concentrado apoyos de esas antípodas con lo cual la polarización política queda, de nuevo, como la determinante del electorado.
Eso sí, deber ser una aspiración general que quien ha sido designada como moderadora no quiera repetir el libreto del debate de la primera vuelta, cuando los dos periodistas designados mostraron el interés de perturbar a dos, por lo menos, de los candidatos. Y, por supuesto, con ese afán protagónico y exhibicionista que en nada ayuda a las audiencias, salvo que el show sea la razón de su existencia.
En dos horas, ahora sí, tendremos la oportunidad de conocer si en verdad uno de los candidatos se muestra tal como es, pues ha evadido ir a los medios donde no le conceden el micrófono gratuitamente. Ojalá podamos conocer su nivel de conocimiento del manejo del Estado y no solo sus destrezas con los negocios.
Y del otro lado, también aspiramos que la candidata de la Revolución Ciudadana nos muestre los “cómos” de sus propuestas, sus fortalezas intelectuales y de la experiencia administrativa para entender su visión de Estado.
No faltarán los ataques, las campañas subterráneas de esos aparatos de ataque, que funcionaron con mucho dinero tras el debate de don Guillermo en el 2021. El famoso posdebate será también un escenario para observar cómo actúan los equipos y los estrategas. Ahora nada ocurre por fuera del campo digital. Y por lo mismo, también será la ocasión para evaluar el comportamiento del electorado en ese campo.
Esperemos que en una democracia débil, por la delicada situación por la que atraviesa el Ecuador, tras el debate tengamos mejores argumentos y elementos para tomar una buena decisión que deje atrás seis años de un régimen neoliberal que solo arrastra desolación general. PUNTO