Editorial de Radio Pichincha
La principal revelación es la estructura del debate organizado y diseñado por el Consejo Nacional Electoral. Sin descuidar la participación, al principio, demasiado protagónica de los dos moderadores, que parecería tenían muchas ganas de interrumpir a una candidata más que al resto.
Conocidos por su postura política y filiación a un canal que no escatima adjetivos para una organización política, esos dos moderadores empañaron el inicio del debate presidencial con sus protagonismos fuera de lugar. Eso, además, destrozó el inicio con el ruido y hasta la forma de tratar a uno de los candidatos, mientras que con otros fueron demasiado complacientes.
Pero en general, el formato, las preguntas y el modo de activar la dinámica dieron paso a una retahíla de memes y burlas en las redes sociales. Y esto el CNE debió tener presente pues en este acto democrático, dadas las características de la campaña electoral, constituye prácticamente el último acto proselitista, en medio de un estado de excepción declarado por el presidente saliente.
Y más allá de eso, hubo revelaciones que dan cuenta de dos candidatos con serias dudas de su responsabilidad pública: uno de ellos le debe al fisco 32 millones de dólares por pagos retrasados e impugnados desde sus empresas de seguridad y de telecomunicaciones. Y otro se olvidó que cuando fue Vicepresidente sacó del presupuesto del Estado 3 mil millones de dólares durante los tiempos de la pandemia.
Si se olvidan de esos “detalles” estamos frente a un tema fundamental: los medios los han tratado tan bien, pero tan bien, que hizo falta el debate para conocer esas realidades, que en otros países y momentos habrían sido el gran escándalo. Pero no, se nota que hay unos candidatos muy mimados por los medios y ciertos periodistas.
En el debate presidencial la moderadora les pide a los candidatos que no hagan propaganda política. En un partido de fútbol capaz les pide a los futbolistas que no hagan pases gol.
Además, y para finalizar, lo realmente importante es que, si no hay un modelo y un modo de asumir los debates, al público, a la gente en general, siempre le parecerá intrascendente un acto de esta naturaleza: Muy largo, con preguntas rebuscadas, con moderadores buscando ser la estrella de la noche y con algunos candidatos sin vergüenza alguna de sus irresponsabilidades públicas.
Si no hace un mea culpa, el CNE no justifica el pago a tantos supuestos expertos y tanto tiempo para un fiasco de esa dimensión. PUNTO