Editorial de Radio Pichincha
Los neoliberales son dados a creer que el Estado debe ser lo menos atento con las responsabilidades y la operatividad de un Mandatario. Tuvimos uno que dijo que donaba el sueldo porque parece que le resultaba una migaja. Otro nos dijo que los vuelos presidenciales costaban tanto como las becas y que sería mejor darles estudios a los ecuatorianos pobres que usar las naves de transporte oficial.
Pero el uno como el otro nos han mentido. Guillermo Lasso dijo enfáticamente que “NUNCA USARÍA EL LUJO DEL SEÑORITO CORREA”, refiriéndose al avión presidencial y hasta tuvo el descaro de decir que lo vendería de inmediato y con eso acabaría el hospital de Pedernales y hasta eliminaría la desnutrición infantil crónica. Descaradamente fue el mandatario que más uso, en promedio, esa nave, no solo para visitas innecesarias, sino que se iba de un día para otro con agenda privada, casi secreta.
¿Y no les parece un abuso que ahora el señor Daniel Noboa use el avión oficial, con personal y funcionarios estatales para traer a su esposa de Miami y de paso quedarse unos días del feriado en su ciudad de nacimiento? Y no es que al señor Noboa le falte plata o que viva del sueldo de Presidente, que no es poco. Todo lo contrario.
Parafraseando un dicho popular ahora podríamos decir que “quien abusa en lo poco abusa en lo mucho” o “quien miente en lo poco puede mentir en todo”. Y así no puede ser, definitivamente no. No es aceptable cosas de este tipo. Mucho más cuando se criticó al mandatario que compró los aviones y les dio uso oficial, pues no podemos dejar de mencionar que cuando se iba de vacaciones o por asuntos personales y familiares se pagaba el mismo sus pasajes.
Y lo que más sorprende es que los canales, periódicos y periodistas de la Mafia Mediática se hagan los locos, miren para otro lado y no hagan el escándalo correspondiente. Eso habla muy mal, aunque ya parecería normal. No miden con la misma vara a todos. Igual que hacen con el “descarado” de Sebastián Corral, que sabiendo que no podía ejercer cargo público, por un claro y enorme conflicto de interés, además de estar prohibido por la ley, su jefe, Guillermo Lasso y él mismo se pavoneaban jactándose de ser impunes.
Ojalá tengamos motivo para hablar de otras cosas y no señalar fallas, errores y hasta delitos contra la propiedad pública y los recursos estatales. PUNTO