Editorial de Radio Pichincha
La abogada Diana Salazar usa el poder de la Fiscalía en beneficio personal, no solo para defenderse sino para garantizar una cierta impunidad. Y eso, que no es nuevo, ya raya en una aberración muy propia del régimen del trujillato y del amparo morenista.
Tan mal se acostumbraron a la impunidad y al uso protervo de las instituciones, que cuando alguien se atreve a revisar la tesis de la abogada Salazar sale la fiscal a amenazar, hostigar y amedrentar.
¿No sería lo normal que la abogada Salazar, en nombre de la justicia que dice defender, en nombre de la ley que debe garantizar, de un paso al costado y deje que las investigaciones sobre un supuesto plagio se hagan sin presión alguna, sin atemorizar a nadie y dejar que sea la verdad jurídica, la investigación más transparente determine qué mismo pasó con su tesis?
Pero no, para ella y su corte de amigos, muchos de ellos beneficiarios de sus favores y de sus silencios, esa investigación es lo mismo que hicieron con sus adversarios políticos, casualmente, todos militantes o líderes de la Revolución Ciudadana. Es decir, cuando la abogada Salazar, en su calidad de fiscal, investigaba y señalaba responsabilidades supuestamente penales sin más que sus apreciaciones y animadversiones políticas, todo era correcto y hasta ético.
Ahora, cuando es el blanco de las investigaciones, ya nada es igual.
Más grave aún es que ejerza un cargo con una calificación deficiente, dada por Trujillo y sus amigos. ¿Más grave también que su título entre bajo el manto de sospecha porque se ha evidenciado cómo se graduó con una tesis que hasta lo que se puede leer no es ni siquiera un trabajo de primer año de Jurisprudencia?
Es muy grave.
Pero como ocurre con la ley de la gravedad (todo lo que sube gracias el humo de la falsedad, se cae con la misma facilidad) ha llegado la hora de poner en orden o, al menos, devolver a la transparencia lo que se tenga que hacer para bien de la sensatez.
Señora Diana Salazar ya no se escude en el poder de la Fiscalía, deje en manos de quienes puedan, al menos, trabajar sin la prepotencia ni arrogancia del trujillato para dejar en claro su realidad, sus atributos, sus cualidades intelectuales y profesionales, para bien de la razón y del sentido de responsabilidad pública. Caso contrario, le tocará andar y desandar el mismo sendero de su amigo, Don Guillermo. PUNTO