Editorial de Radio Pichincha
El castigo político al general Patricio Carrillo, ex ministro del Interior, pieza clave en el andamiaje represivo de los regímenes de Lenín Moreno y Guillermo Lasso, nada más y nada menos que con 105 votos, ayer en la Asamblea Nacional, es un golpe no solo simbólico sino histórico para quienes creen ser impunes y cobijados desde un cierto neofascismo.
En él se personificó el sistema represivo y autoritario de un régimen que además de perseguir y reprimir la protesta social conjuró un esquema y un modelo despótico, que le sirvió a Guillermo Lasso y a la Mafia Mediática para estigmatizar, por ejemplo, a Leonidas Iza y al movimiento indígena, campesino y popular como “parias” de la sociedad.
Y si a eso se le suma lo ocurrido con el horrendo crimen contra María Belén Bernal queda claro que el pueblo ecuatoriano, a través de la Asamblea, le ha propinado a la institución que él representa hasta ahora, un duro castigo que ojalá sea procesado para mejorar metodologías, pero sobre todo un entendimiento más cabal de la sociedad a la que debe defender y proteger.
No fue menor lo que hizo Carrillo con la madre de Bernal. A la señora Elizabeth Otavalo la trataron como han hecho casi 40 años con Pedro Restrepo por el humano y esencial deseo de saber dónde están sus hijos. Y Carrillo, con sus subalternos, jugaron con la honra y con el dolor de una madre. Aunque no tenemos pruebas, no nos queda ninguna duda que el ataque en redes y en medios no fue ajeno al trabajo político del ahora juzgado políticamente.
Al mismo tiempo, la intervención del exministro de Lasso en el Pleno legislativo fue una muestra de esa ideología que profesan los actuales mandatarios. Quiso demostrar que todo lo que hizo él y la Policía ha sido para protegernos, pero la realidad es más cruda y le abofetea: en su gestión y en la del gobierno actual se rompieron todos los récords de violencia, crímenes y masacres carcelarias. Y no dejemos de lado la corrupción y la putrefacción en las filas policiales, con las estadísticas que no podríamos resumir en este editorial. Si Carrillo se defendió atacando a la sociedad, bajo el falso precepto de que tenemos un país podrido, no debe ser mejor juzgado que con la sanción moral de la ciudadanía porque por ese tipo de expresiones es que tenemos graves fenómenos de violencia y corrupción que alcanzan ya niveles nunca antes vistos.
Así como en su momento fue sancionada María Paula Romo, así como ahora se imputa a Lenín Moreno, y ayer nada más que a Carrillo se lo sanciona por una abrumadora mayoría, ojalá no sea un preludio de lo que pueda pasar en un posible juicio a Guillermo Lasso por las investigaciones de los casos Encuentro y/o El Gran Padrino. PUNTO