Editorial de Radio Pichincha
En el balance anual buscar algo positivo resulta difícil. Muy difícil. Lo primero que llega a la mente es la participación de la selección ecuatoriana de fútbol en el Mundial de Catar. Y ni siquiera eso nos satisface porque de la primera ronda no pasamos.
No hay un solo dato de la realidad que nos permita decir que hemos mejorado. Ni en la economía, en lo político o en lo social hay cifras de un mejoramiento, avance o transformación positiva. Y por más que el gobierno de Guillermo Lasso se esfuerce por maquillar la realidad, NO HAY NADA QUE ASEGURE que el año 2022 fue positivo para ecuatorianos y ecuatorianas.
Y no vamos a hacer una lista de las desgracias ocurridas o de la larga enumeración de las mentiras presidenciales, acolitada de sus ministros y de los integrantes entusiastas de la mafia mediática. No cabe. Al cerrar el presente año estamos agotados de que cada día las malas noticias sean la tónica.
Sí podríamos aventurar una explicación: NO TENEMOS GOBIERNO, EL ESTADO NO FUNCIONA Y EL PRESIDENTE ESTÁ AUSENTE.
A partir de eso se puede aventurar una aclaración más para cada ciudadano: tomar una decisión en las urnas, a partir de la publicidad, de la propaganda y de las ofertas demagógicas tiene consecuencias fatales y hasta mortales. Hay una dosis muy grande de responsabilidad individual y ciudadana por lo que estamos viviendo ahora y también por la incapacidad crítica de tomar decisiones trascendentales con poca reflexión.
Hemos vivido 12 meses de retrocesos muy profundos por una elección equivocada y por dejar pasar cada error como un asunto de la política y de los políticos, pero no de los ciudadanos. La política está desprestigiada precisamente por aquellos que se autocalificaron de emprendedores, banqueros o empresarios que en el sector privado habían sido, supuestamente, exitosos. Los mismos que denostaron del Estado ahora se aprovechan de él, los reducen a la nada y con un austericidio criminal se vanaglorian de haber “estabilizado la economía”.
Y como “la gran broma histórica” podemos, eso sí, vanagloriarnos de haber roto el récord de muertes violentas por cada 100 mil personas, más de 120 mil emigrantes en un año, un endeudamiento por más de la mita del Producto Interno Bruto y estar a punto de volver a los apagones, la caída de la producción petrolera y una enorme reserva monetaria en Ginebra. Así como suena: TREMENDO RÉCORD.
De lo único que podemos ahora estar optimistas es que el febrero próximo no nos volvamos a equivocar, que en la Consulta Popular no refrendemos la demagogia ni las mentiras, así como elegir a alcaldes, prefectos y concejales preparados para la gestión responsable en los gobiernos locales. Ojalá la experiencia del error de los comicios del 2021 haya sido procesada en la conciencia popular, juvenil, ciudadana y de los hogares en general para, al menos, no volver a tener alcaldes que hacen bonitos TikTok y en los municipios viven la farándula política cotidiana.
Nos vamos a desear un venturoso 2023 la noche de este 31 de diciembre, pero añoramos que sea para tomar conciencia del momento difícil que vivimos.
Ecuatorianos y ecuatorianas el 2023 será un año más difícil que el que estamos dejando. Lo advierten los expertos. Por lo tanto, seamos más maduros y sabios para afrontar lo que venga, con una fuerte dosis de criticidad y una buena capacidad de análisis de la realidad.
Un abrazo para todos y todas, con toda la solidaridad para quienes han perdido a sus seres queridos, para quienes han perdido su empleo, para quienes han visto emigrar a sus familiares y para quienes viven en la incertidumbre de su futuro inmediato. PUNTO.