Editorial de Radio Pichincha
Parecería que se trata de una estrategia bien pensada y aplicada: aniquilar a los partidos políticos para que sean los supuestos empresarios exitosos quienes se hagan cargo de la política, del Estado y de la gestión pública.
Es verdad que también ciertos partidos políticos y dirigentes hicieron de todo para destruir a sus propias organizaciones. Ejemplos sobran: el más contumaz autor de eso, con la Izquierda Democrática fue el señor Andrés Páez. Y qué decir del inefable Lenín Moreno quien sepultó a la organización más exitosa como fue Alianza País.
Es más, han querido anular como parte de la democracia la organización social y política, como si fuese ajena al mismo espíritu de un sistema que se fundamenta en la participación y en la representación. Y no solo es un asunto del Ecuador.
Y señalamos esto ahora que ya empezaron los cabildeos y movidas electorales para los comicios del 2025. Resulta que ahora no hacen falta partidos. Lo que domina la escena es un señor que se mueve bien en las redes sociales, hace ruido, se toma fotos o simplemente es el esposo o esposa de un “influencer” y ya mañana aparece como un supuesto estadista. Otros, en cambio, se hacen los duros contra el gobierno de turno y luego gana una elección y resulta que es de la misma naturaleza de los que criticaba.
Ya no hay procesos internos. Ni qué decir de las primarias o del debate para la promoción de los cuadros que se formaron en esa organización o partido político. Y no olvidemos los partidos de alquiler que a cambio de un buen pago ponen a un candidato que es diametralmente opuesto a los postulados de esa tienda partidista. O esas maquinarias electorales creadas para poner en la Presidencia o en la Asamblea a un millonario o a un banquero.
Algo habrá que hacer para depurar también la política y adecentar el camino democrático hacia las elecciones, pues no se trata solo de ganar sino de gobernar. Y ya vemos cómo ganan elecciones y después no tienen a quién poner en ministerios o direcciones municipales, pues no tienen partido, coidearios o militantes. Salvo una o dos organizaciones, el resto hace de los procesos electorales un show de marketing y de exhibicionismo, que luego pagamos “los platos rotos” los electores y la ciudadanía en general. PUNTO